Responsabilidad compartida

La responsabilidad compartida no existe. La responsabilidad compartida es un mito inventado para repartir un poder muy escaso y así contentar a más gente. El mito de la responsabilidad compartida destruye la autoridad, la capacidad de decisión y deja el poder en manos de arribistas, gorilones, amantes de las triquiñuelas y tramposetes que echan las culpas de su fracaso a los demás. De esos que viven del cuento y de decir tonterías en inglés. Porque la responsabilidad compartida no es ni más ni menos que aversión al riesgo, miedo al fracaso, dilución de responsabilidad y escondite de errores. En este mundo blandito en el que vivimos, la sociedad acepta sumisamente que llegue cualquier memo con gorra y le prohiba algo por su bien. Ah, el bien del sumiso.

En las organizaciones multinacionales esto está a la orden del día. El asunto consiste en que uno manda y otro decide, pero no decide solo, sino a partir de lo que otro define, aquel avala, ese valida, otro pilota y aquel autoriza. Todo ello sin que falte el acuerdo de los implicados y el consejo del experto debidamente formalizado. Y por supuesto, las cuentas se hacen en otro lado y después se contrastan y analizan con seis o siete hipótesis, una de las cuales considera seriamente la llegada y posterior establecimiento de los extraterrestres. Y se debe respetar la norma, faltaría más: la nuestra, la de la matriz, la del regulador y la del gobierno, para lo que se necesita verificar que sean la misma. Ah, y las encuestas, que no se nos olviden las encuestas, porque el cliente es el rey. Si hay un liderazgo fuerte, esto funciona aunque es muy incómodo. Si no hay tal liderazgo, sólo te queda estar muy incómodo.

Si ya padecemos esta falta de claridad en organizaciones muy profesionalizadas cuyo objetivo es ser rentables, imaginen el carajal que tenemos montado con la crisis, de la que por no saber, no sabemos ya ni cuál es el objetivo. Yo lo llamaría la conjura de los necios por parecerme más literaria y porque los protagonistas me recuerdan al desfile de frikis que se pasean por el libro. Nadie sabe muy bien qué hay que hacer con el carrito de las salchichas, pero todos acaban por parecerse a Ignatius cuando nos hablan de su válvula entre explosiones gaseosas. Además de los jefes de gobierno y ministros del ramo diciendo cosas distintas a pesar de la traducción, aparece a veces un tal Rehn, o un Durao Barroso, o la inefable Lagarde, o un señor que se llama Van Rompuy, o ese Draghi, o uno que se apellida Junker y que confundo con Van Rompuy… Y cada cual agarra su salchicha y abre su válvula, porque uno manda, el otro decide, aquel aconseja, ese pilota, otro hace la norma y otro echa las cuentas. Y no crean, que aquí, entre los locales, vamos sobrados de Ignatius para empujar el carrito, desde el Andreu hasta un tal Percival. Esperando estoy a que aparezca Lancelot…

En toda esta realidad paralela Vds. y yo cumplimos un papel muy relevante, que es el de rey y soberano. No se quejen, que nos dejan que llevemos el armiño. A pesar de los calores.

9 pensamientos en “Responsabilidad compartida

  1. Totalmente de acuerdo.
    Además me has traído a la memoria uno de mis libros favoritos. Es absolutamente genial y es cierto que cada vez más estamos entrando en unos derroteros bastante surrealias en todos los ámbitos de la vida.
    Y mientras tanto, unos fulanos toman decisiones que afectan directamente a nuestra vida diaria sin que podamos controlar lo que hacen.

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  2. «Responsabilidad compartida = Yo pasaba por aqui, a mí que no me miren.» Lo único que consiguen es cansar a las personas hasta que éstas un día exploten y entonces vendrán los lamentos.

    Buenos días por la mañanita…

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