Yo aprendí francés con veinte años. Y lo aprendí como se deben aprender los idiomas: con auténtica necesidad, casi con urgencia, y es que había decidido irme a estudiar parte de la carrera en París. Cuando mis padres aceptaron que me fuera era ya final de abril y yo debía incorporarme en septiembre. Así es que el intensivo fue intensísimo: un mes en España y dos en Tours, a razón de siete horas al día más laboratorios. Pero misión cumplida, y cuando entré en aquel anfiteatro, entendía perfectamente y me hacía entender con bastante comodidad.
Tengo muchas anécdotas, algunas de las cuales no son para escribirlas, otras no me pasaron a mí, y otras sólo las entienden los que hablan francés con cierta soltura. Les puedo contar que una vez comenté muy alegre que había cenado un filete de viuda, y en otra ocasión dije muy seria que acababa de ver una preocupación corriendo por la cocina. Así es que para decir tonterías, tuve bastantes ocasiones.
El segundo año de intercambio, compartí curso con dos españolas de otra universidad, una de las cuales hablaba francés bastante mal. Las cosas que le sucedían a esta mujer eran divertidísimas. En una ocasión quiso ir a la piscina del gimnasio de la escuela, porque le dolía mucho la espalda y pensó que con algo de natación se le pasarían los dolores. Pero no se atrevía a ir sola, porque tenía que preguntar si debía pagar con el carnet de estudiante, cuánto costaba el acceso, si había abonos para la piscina, cosas así. La otra española y yo le dijimos que se fuera sola, que tenía que espabilar y que no podía llevarnos a nosotras todo el tiempo de traductoras.
Ya digo que esta chica tenía un francés muy trabajoso. Así es que mi otra amiga y yo le insistimos en que que dejara claro, aunque fuera por señas, que ella no quería pagar por el gimnasio, que solo le interesaba la piscina para nadar y, ya entre risas y bromas, que sobre todo no confundiera nager (nadar) con noyer (ahogarse). Y yo creo que la liamos más, porque en su tribulación, terminó confundiéndose de verbo:
– Pero yo quiero saber cuánto cuesta ahogarse. Solamente ahogarse.
– Escuche, mademoiselle, la entrada a la piscina son 10 francos. Ahogarse, c’est gratuit.
Creo que nunca nos lo ha terminado de perdonar…
Pues yo estaba convencido que hasta ahogarse costaba dinero en Francia. 😉
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Claro, ¡Por eso lo preguntó! 🙂
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Yo hace años quise aprender inglés y como era economicamente debil me apunté a un curso intensivo de verano de bajo coste.Y pasó lo siguiente…llego a la dirección de la academia y pergunto:
«Buenos dias,es aqui la academia de ingles?». Y me respondieron…
«If if, between,between»
Salí corriendo….
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🙂
Gracias por el comentario.
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