– ¿ Te parece bien el Café Oliver, que hace mucho que no vamos?
– Vale ¿A qué hora?
– Entre dos y dos y cuarto
– Muy bien.
14:07 horas
– ¡ Hola! ¿Qué tal? (…) No esperaba que estuvieras ya sentado, con una copa de vino a medias y todo…
– ¡No pienso darte argumentos para un post! La última vez que vinimos aquí me retrasé un poquillo y me cayó la del pulpo en tu blog. Así que lo he recordado y he llegado a menos diez.
– Fueron los comentarios, no el post, que iba lleno de cariño y amor verdadero. Verás, en un blog la gente es libre de decir lo que quiera. Yo traté de quitarle hierro, pero, chico ¿no esperarías que se solidarizaran contigo?
– No veo por qué no. Si me conocieran no tengo la menor duda de que se pondrían de mi parte. Y si te conocieran a ti, también se pondrían de mi parte, no creas. Pero lo dicho, que no pienso darte el post hecho. Invéntate tú tus propias historias. ¡Pues ni que yo fuera un hombre objeto!
– Bueno, bueno, está bien. Te garantizo que no volveré a escribir sobre tu impuntualidad. ¿Qué tal es ese vino? Supongo que en 17 minutos habrás tenido tiempo de hacerte una idea…
Para GV. Con una sonrisa (malvada).