La casa de la alegría, de Edith Wharton

La casa de la alegríaDía 1, y por lo tanto, post dedicado al libro del mes del Club de Lectura. Un libro que a ratos me ha parecido de una pesadez insoportable, y a ratos una historia interesante. Pero que en ningún momento, en ninguna de las páginas del libro, me ha hecho sentir la menor empatía por la protagonista. Leía su absurda peripecia y no dejaba de pensar en aquello que decía mi padre: Seis hijos y el sueldo de un albañil, y se te iba a quitar toda la tontería que tienes. Les pondré en antecedentes por si no conocen el libro.

Clase alta de principios de siglo en Nueva York.  La señorita Lily Bart, nacida y educada para ser florero, tiene  la mala suerte de que su padre primero se arruine y luego se muera. Ni qué decir tiene que lo primero le parece mucho más grave que lo segundo, y no sólo porque su padre fuera ese señor bajito que servía para producir dinero, sino también y sobre todo, porque la condena a tener que buscarse un marido para poderse pagar los vestidos y seguir pintando la mona en sociedad.

Pero nuestra amiga Lily Bart lo quiere todo: quiere que su príncipe azul sea guapo, simpático, culto, inteligente y que esté forrado. «Las preferencias de Lily se inclinaban por un noble inglés con ambiciones políticas y muchas tierras o, en su defecto, por un príncipe italiano con un castillo en los Apeninos y un cargo hereditario en el Vaticano«. Total nada. Y dos huevos duros, que diría el otro. Así que entre que lo busca y  no lo encuentra, y que lo encuentra pero no se decide, y que se decide pero ya se le ha ido con otra, pierde todos los trenes hasta que se le pasa el arroz. Un drama.

El libro es una crítica ferocísima a esa sociedad cerrada, hipócrita y frívola, en la que las buenas relaciones están alimentadas de dinero, pero no al revés. Pero no creo que la autora pretenda revelarnos ninguna enseñanza con la historia de la protagonista, una mujer para quien la belleza es la materia prima de la conquista, olvidando que la falta de inteligencia es lo que provoca los errores de cálculo. Nuestra Lily es tan hipocritilla e interesada como sus amigos, pero en esa sociedad, un pobre no puede permitirse la soberbia. Su orgullo y su pose altiva no le impiden mentir, manipular y gorronear a discreción, y al final, por tratar de evitar la humillación, se humilla y es humillada.  Como dice uno de los personajes en el libro «Sé que hay algo vulgar en el dinero y es tener que preocuparse por él«. Lily cae en el descrédito social, pero previamente ha pasado por una profunda vulgaridad moral.

En fin, es una novela en donde todo es social. Naturalmente, está la vida social, pero también la ambición, los hábitos, las relaciones, las corrientes, las normas y la existencia. Pero igual que encuentras la existencia social, también puedes encontrar la inexistencia social, esa que produce salir del escenario social, pasando por un suburbio social e incluso llegando al estercolero social. No he leído que haya frío social, pero eso les debe de sobrevenir sólo cuando se mueren.

En fin, empiecen a leerlo que igual les gusta. Creo que hay una película por ahí basada en el libro, pero yo casi que me la voy a saltar. He terminado un poco harta de esta pandilla de tontainas.

Tenéis, como cada primero de mes, otras reseñas de este libro en La mesa cero del Blasco, en La originalidad perdida, en Delenda est Carthago. Y a lo largo del mes seguiremos hablando de él en el blog del  Club de lectura.

13 comentarios en “La casa de la alegría, de Edith Wharton

  1. Yo no sé si hay mucha crítica. Yo creo que es más bien descriptivo, no creo que lo pensara como una denuncia y somos nosotros los que le damos ese color visto desde la distancia de cien años.

    Porque en sí la crítica tendría que ponerse de manifiesto en la historia y en la historia la señorita Bart no influye en su entorno en nada ni sus desgracias perturban en lo más mínimo a la socedad.

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  2. Estoy con ND. Es crítica porque lo vemos nosotros así.

    A mí me recordaba, en cuanto a lo aleccionador (lo importante que es ser «buena» para triunfar en sociedad) levemente a Madame Bovary.

    Y lo he dicho en mi post y en todos los comentarios, a Lily lo que le pasa es que es TONTA.

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  3. Pues de las reseñas que llevo leídas la tuya es la más coincidente con mi punto de vista, porque yo si veo una crítica feroz de esa sociedad de gente hipócrita.

    Y creo que es más crítica todavía porque ni se molesta en crear una heroína por la que podamos sufrir y sea objeto de la compasión. No, simplemente nos presenta a una criatura que no es más que el producto de esa sociedad tan inmoral que ni siquiera es capaz de sentir cierta compasión por los suyos. Al contrario, al que pierde el paso se le tritura y se le tira al sumidero sin compasión alguna.

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  4. Yo sí veo crítica, desde el momento en que presenta lo más crudo, indecente e hipócrita de esa sociedad. Hay libros que están ambientados en ese mismo mundo y no hay crítica. Toda la trama está hecha para mostrar la porquería que hay.

    Otra cuestión es que la Wharton lo hiciera con la idea de cambiar el mundo, o con la idea de denunciarlo para que se avergonzaran.

    Y sí, Bich, es tonta. Y coincido con lo de Bovary.

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  5. Yo creo que buscaba denunciar la porquería que era ese mundo ya que ella misma había sufrido mucho dentro de él. Creo que lo de cambiar el mundo estaba muy por encima de sus posibilidades, lo mismo que escribir de otra cosa diferente, porque no me parece una mujer de una imaginación desbordante.

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  6. Coincido una vez más en la crítica, pone a un personaje que sufre por culpa de las injusticias que le toca vivir al lado de personajes más malos que la tiña con la intención de que empatices con la pazguata de Lily

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  7. Me ha gustado mucho la crítica. Sí, Lily es tonta, definitivamente. Pero… por otro lado, hubiera sido tremendo que hubiera sido lista, siendo mujer; solo le hubiera servido para casarse bien.
    A mí sí me gusta Wharton, creo que la entiendo; le encanta ese decorado de buen gusto que produce la combinación de dinero, relaciones e hipocresía y le gusta más aún saber cuanto tiene de mentira y contarlo con un toque de desprecio.

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