Esto ya lo he intentado yo, lo de escribir sobre los libros del mes. Empiezo muy animosa en enero, y luego, cuando llega febrero, se me pasa, en marzo se me olvida, en abril me da pereza y en mayo ya no me merece la pena retomarlo. Pero lo intentaré este año de nuevo, lo de agrupar en un post las lecturas del mes, aunque sean reseñas cortitas. Allá voy.
El año empezó con Delibes, y La sombra del ciprés es alargada. Ordené la librería durante las vacaciones de navidad y me encontré con libros que debería haber leído y este era uno de ellos. No es un libro largo, apenas 300 páginas, premio Nadal en su día. En este libro nos cuenta la historia de un niño que es enviado a Avila interno a casa de un maestro o preceptor que es casi más austero y taciturno que la ciudad, algo de lo que se contagia el protagonista para el resto de su vida, y algo también que en cierto modo contagia a la narración. A la casa del maestro Lesmes también es enviado otro muchacho, un chico físicamente débil con el que entabla una sincera amistad que le marcará de por vida. Pedro, el protagonista, crece, se hace marino mercante, empieza a viajar, a vivir, pero un par de ideas de su maestro siempre le tendrán marcado: la idea de la muerte irremediable que se interpone entre dos seres que se aman (en un matrimonio, uno de los dos muere antes y abandona al otro); y la idea de que, en esta vida, solo pierde algo el que algo tiene, así es que es mejor medrar lo justo. El libro se me hizo un poco bola al principio, probablemente, por mi aversión a las historias con adolescentes de por medio, pero luego remonta y se anima cuando el protagonista se hace hombre. Y de todos modos, Delibes es Delibes y a este autor hay que perdonarle todo, hasta el leísmo.
Seguí con Stoner, de John Williams. Tuve que leerlo para un club de psicoanálisis al que voy cada mes, y qué bien que lo mandaran, porque yo a este autor lo tenía puesto una cruz y una raya después de haber leído Butcher’s crossing (reseña aquí). De Stoner había oido maravillas, y también que es una historia en la que no pasa nada. ¿Pero cómo que no pasa nada? Pasan muchas cosas, aunque eso sí, todas muy normales, y de ahí que sea una novela estupenda. Porque a pesar de mis prevenciones (¡y prejuicios!) con el autor, tengo que decir que me ha encantado, y aunque Mr. Williams sigue abusando a veces de ese tic tan molesto «descripción inane-adjetivada absurdamente», esos momentos de los libros en los que te saltas el párrafo y la conversación sigue ahí (en realidad, la conversación, el libro, los protagonistas, todos siguen ahí menos tú si se te ha ocurrido leerte todo ese bullshit de mal escritor), digo que aunque abusa a veces, la historia se sobrepone al estilo. Me pregunto si aquello de Butcher’s crossing que leí sería una malísima traducción y me respondo que ya no tiene remedio. Pero sea, Stoner, la vulgar historia de un vulgar profesor de una Universidad perdida en Minesota es una muy buena novela, y si no la han leído, yo se la recomiendo con la nota de que merece mucho la pena.
El tercer libro del mes es una recopilación. Se trata de Cuentos de perros, de Kipling. Y me ha encantado. Eso sí: si a ustedes los perros ni les van ni les vienen, no lo lean, porque total para qué, si no van a entender nada. Claro que si seguimos el razonamiento tampoco deberían leer el Libro de la selva, porque si no tienen una pantera negra por casa igual se les hace cuesta arriba lo de empatizar y eso… En fin, Kipling ama a los perros, y eso se nota. En estos cuentos, los perros juegan un papel principal, y son el motor de la narración. Las historias son sencillamente encantadoras, llenas de alegría, de fuerza, de poesía, de optimismo, de buen rollo, de humor y de sensibilidad. Por ejemplo, el cuento con el que arranca el libro cuenta cómo un soldado salva a otro de una borrachera, y éste, como penitencia, le regala su perro al primero. Se dice a sí mismo que, si se impone esta pena, esto le recordará que hay un sacrificio aun mayor que no beber. En otro cuento nos habla de una señora de la alta sociedad que se encapricha con un perro maravilloso de carácter hasta el punto de pedir a unos soldados que se lo roben. Los soldados le endilgarán un perro insoportable pintado con los mismos colores, y de paso le sacarán el dinero prometido. Los perros no están humanizados salvo en tres de los cuentos, en los que Kipling se mete en el pensamiento de uno de ellos y nos habla en primera persona. Tiene su aquel seguirle el pensamiento y el lenguaje a un perro, pero además de ser una originalidad brillante, es muy divertido. Y también hay tres o cuatro poemas muy bonitos. En fin, un hallazgo que no pueden perderse los amantes de los perros (como moi). Eso sí: seguirle la prosa a este hombre no es un camino de rosas, probablemente porque los cuentos están recopilados y tal vez en ocasiones formen parte de una colección en la que los protagonistas ya han sido presentados. Pero lean, lean.
Finalmente, Las últimas palabras, de Carme Riera. Riera no es una recién llegada, ni una joven promesa, ni una autora en absoluto desconocida, aunque yo no había leído nada suyo. Y tiene un escribir fácil, lo que es muy difícil. En este libro, nos cuenta cómo encontró un manuscrito perdido con las últimas voluntades del archiduque Luis Salvador de Austria, sobrino del emperador Francisco José, que vivió en Baleares y es un personaje muy querido y recordado en las islas. Supongo que todo es una ficción, desde el encuentro del manuscrito hasta el texto y parte de lo que en el libro se cuenta, pero Riera nos ofrece el último y largo mensaje de un hombre vivido, un poco atormentado y desde luego muy interesante, en el momento en el que su vida se acaba. Es decir, vamos a contar verdades, aunque sea con amargura. El libro tiene un defecto y es que es corto. Lo lees y quieres saber más del personaje y de su peripecia. Pero en esto, como en el estilo preciso, se ve la maestría de la autora.
Y esto es todo. Ya veremos si en febrero me acuerdo de contarles qué he leído – no apuesten dinero -. En todo caso, en febrero tenemos libro del Club, así es que el día primero de mes me tienen aquí seguro hablando de Dickens, que es lo que toca.
Gracias por tus opiniones. Me apunto especialmente el de Carme Riera, una autora que había despertado en mí curiosidad: me confirmas que vale la pena.
Coincido contigo en «Stoner», también me encantó. «La sombre del ciprés es alargada» lo leí estudiando la carrera … y tuve que parar un tiempo porque me causaba cierta angustia. luego lo reanudé y Delibes no decepciona … pero que tendencia a cierto pesimismo.
Por cierto, alguien me dijo una vez que Delibes había llegado a afirmar que si pudiera haría desaparecer esta novela del mundo, como si renegara de ella … no se si es verdad o es leyenda.
Me gustaMe gusta
Si, Carmen Riera yo creo que a ti te va a gustar. Lo que dices de Delibes también lo he leído por ahí, que efectivamente esta es su novela menos querida. Tanto como hacerla desaparecer… pero es triste y pesimista, le falta ese puntito de sonrisa que siempre te saca en algún párrafo.
Me gustaMe gusta