Leo el pasado sábado un artículo en prensa sobre el primer semáforo que se instaló en Madrid, en la confluencia entre Gran Vía y Alcalá, hace la friolera de 90 años. Para mí que se trataba de un artículo rescatado de un cajón, porque la fecha exacta en la que se instaló ese primer semáforo es un 17 de marzo y el artículo se publicaba un 11 de septiembre. Se me ocurrió pensar que era una verdadera lástima que no coincidiera la fecha. Sería maravilloso que los madrileños pudiéramos salir ese día, precisamente ese, a celebrar el establecimiento de normas sencillas de convivencia entre coches y peatones y a conmemorar un símbolo de progreso. Incluso podríamos quemar alguna bandera a cuadros para declararnos en contra de las carreras desaforadas de coches, o una bandera de Ferrari para demostrar nuestro compromiso en contra de las desigualdades. En todo caso, se trataría de recordar la victoria de los cultivados ingenieros frente a los tradicionales guardias de gorra, porra y pito, una idea tan romántica como cualquier otra de esas que se celebran en provincias.
Y es que antes del primer semáforo, el tráfico se regulaba con guardias y las desgracias estaban a la orden del día, o al menos eso nos dice el artículo. Y también que la instalación de aquel primer semáforo supuso todo un acontecimiento entre la gente, si bien la prensa de la época tituló “gran regocijo del público”, no sabemos si porque todavía no había gente o porque este concepto ya era antagónico con el regocijo.
Poco más de una semana antes de leer el artículo, yo había cruzado ese mismo semáforo con mi amiga Maitena sins aber esto que les cuento después de una pequeña discusión sobre si se debían cruzar los semáforos cuando estaban en rojo o cuando no venían coches. Ella lo zanjó con una pregunta lapidaria: ¿Vas a hacerle más caso a un muñeco programado que a lo que racionalmente comprendes en cada momento? Yo, sin saber muy bien qué contestar, me fui por los cerros de Pekín, pero ahora tendría una respuesta estupenda: sí, le haría más caso, porque este semáforo tiene más años que yo.
Qué curioso. Un beso.
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El primer semáforo del mundo se instaló en Berlín. En la Potzdammer platz.
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No lo sabía. Pero hubiera apostado a que fue en EEUU.
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