Estos días, con motivo del cambio de hora, se ha vuelto a hablar de los horarios españoles, algo sobre lo que se discute dos veces al año sin que cambie nada más allá de los biorritmos de cada uno. En esta ocasión, el debate lo ha animado el Sr. Rajoy con su propuesta para que España cambie al horario de Greenwich, algo con lo que yo estoy de acuerdo aunque sólo sea para ordenar un poco el mapa de los husos, que está hecho una pena y es de una incoherencia que asusta. Aunque luego Rajoy lo embarulló todo al argumentar que, con este simple cambio, los españoles conciliaríamos mejor, dormiríamos más y cambiaríamos con el decreto mágico nuestras costumbres. De propina, añadió el anuncio de una ley para terminar de trabajar a las 6 de la tarde, algo con lo que supongo se referirá sólo a los funcionarios. Pensará que, total, desde los tiempos de Larra te dicen siempre eso de vuelva usted mañana, así es que poco más se puede romper.
Yo creo que este asunto del cambio de hora vale para escribir un post y poco más. En un país en el que los pantanos son de derechas y las desaladoras de izquierdas, pensar que en el parlamento se van a poner de acuerdo en la hora a la que es mejor que salga el sol es como creer que hay unicornios en la Gran Vía. Ante una propuesta de estas características, según si la trajeran los unos o los otros, el PSOE diría que votarán en contra pero que están dispuestos a dialogar, Podemos exigiría un control estricto sobre el Sol a través del envío de naves espaciales ignífugas, los de Ciudadanos elaborarían un documento de 78 puntos y el PP llevaría el asunto al Tribunal Constitucional. Izquierda Unida, por su parte, perdería su penúltimo diputado en favor del Grupo Mixto. Lo más probable es que, después de dividir a los españoles sobre qué huso es de derechas y cuál de izquierdas, habilitaran tres o cuatro subvenciones para estudiar el impacto de la medida, y aquí paz y despues gloria hasta el año siguiente.
Y miren, casi mejor que no se pongan de acuerdo en el parlamento nacional. Porque España es también el país de los hechos diferenciales. ¿De verdad creen ustedes que ante un cambio de huso horario, los españoles saldríamos del trance teniendo todos la misma hora en todas las Comunidades Autónomas? ¡Pero si en Tobarra, que es un pueblo de Albacete con menos de 8.000 habitantes, se han negado a cambiar la hora al mismo tiempo que en el resto de España simplemente para no restarle una hora a su tamborrada de Semana Santa! ¿De verdad creen ustedes que, teniendo la oportunidad de cambiar o no cambiar la hora, los catalanes aceptarían tener la misma hora que los gallegos, o los vascos la misma que Madrid? ¿Creen de verdad que los pueblos con intereses turísticos aceptarían el cambio igual que los pueblos agrícolas? ¿Creen en serio que el partido político de turno en el gobierno no negociaría este asunto con sus caciquillos locales? ¡Ja! Si sobrevivíeramos al diálogo nacional saldríamos al menos teniendo 3 husos diferentes, si no 4. Y más o menos la cosa quedaría así:
Yo lo pienso y me veo cambiando la hora del reloj cada fin de semana que suba al poblachón. En cuanto a las costumbres, pues qué quieren que les diga. Comer a las 12 o cenar a las 7 de la tarde a mí no me sale y creo que, aunque me hicieran vivir en Islandia veinte años, lo máximo que lograrían es que me llamaran Carmen Julianidottir y que me acostumbrara a llevar dobles calcetines. Si alguien me pregunta, yo prefiero que cada cual coma a la hora que le pete y vaya y vuelva de trabajar a la que le dejen.
No se asusten que nada cambiará. Salvo que medie una buena tamborrada.
Es que yo creo que mezclamos las churras con las merinas. Por un lado está el tema del huso horario, que sí, que no estamos en el nuestro, pero ya nos hemos acostumbrado y no se está tan mal. Y por otro lado, lo de los horarios de locura que nos gastamos en este país, en el que triunfan las jornadas partidas, las horas extra, y entre la cervecita con los colegas y el «prime time» retrasadísimo no nos vamos a la cama hasta medianoche (y nos levantamos tan pronto como el resto de Europa).
Recuerdo que hace ya 13 años trabajaba en una empresa de ámbito nacional que puso oficina en mi pequeña ciudad de provincias con los horarios de la central, que estaba en la capital del reino: dos turnos de 8 a 16 y de 12 a 20h, con 20 minutos para comer. El horario de mañana era como más normalito, pero la gente se hacía cruces con el horario de tarde. ¿Llevar un tupper con la comida al trabajo?¿Qué es eso? Pues señores, es la libertad. Ahora se empieza a ver más normal por aquí, pero aún así es rarito.
Mi marido trabaja en una empresa alemana, pero en la planta de nuestra pequeña ciudad de provincias. El horario (oficial) es el mismo: unas horas mínimas en que todo el mundo debe estar en la fábrica y el resto de horas, hasta llegar a las 40 semanales, te las organizas como puedas/quieras. Pues bien, sus compañeros de Alemania a las 17 ya están recogiendo y diciendo adiós; en España o normal es irse sobre las 19h. Vete tú a decirle al jefe que te vas a las 5, que para eso estabas ya haciendo números en tu mesa a las 8 de la mañana. En verano tienen horario continuo de 7 a 15h; se ha intentado extender más este horario, pero los directivos se niegan. ¿Por qué? Porque si un currito termina a las 6 de la tarde y su jefe le pide que se quede a terminar un informe, se queda; si se lo pide a las 3 de la tarde no, porque tiene que comer; porque se pueden poner reuniones vitales e importantísimas a las 7 de la tarde, pero no puedes ponerlas a las dos y media. Con la comida no se juega.
Buff, perdona que me haya extendido tanto, pero es que el temita da de sí. Y eso que a mí en realidad me afecta poco (sólo al contrario) porque ahora soy profesora y yo sí tengo horario continuo, salvo cuando por la tarde tengo cursos, reuniones, claustros, evaluaciones, etc.
Un saludo
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Estoy totalmente a favor del cambio horario. En verano, uno no se puede meter en la cama antes de la una porque no se puede dormir ya que el sol incide en las fachadas hasta las 10. Un dislate. Me has hecho reír. Muy difícil poner a nuestros políticos de acuerdo.
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Yo estoy a favor de que cada uno coma y cene cuando quiera. A mí me encanta hacer horario guiri, comer pronto y cenar pronto. Casi nunca lo consigo, pero cuando lo hago soy más feliz. Pero eso no tiene nada que ver con el cambio de huso horario, o no debería, aunque nos hagan creer que sí.
Sobre el cambio de hora, tengo ideas bastante radicales, tendientes hacia la derecha, pero derecha del este, no de idea políticas. Por mis islas (Baleares) surgió una iniciativa de mantener el horario de verano todo el año, lo contrario de lo que ahora se proponen, juas, juas, juas. Me río, pero estoy de acuerdo.
Pero, como bien dices, nada cambiará… Y si se cambia, se hará lo que quiera el que más grite.
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Yo creo que nunca nos pondremos de acuerdo. Pero pienso que si nos toca Greenwich, pues Greenwich. Y seguiríamos con las mismas costumbres y horarios, no creo que el sol tenga nada que ver (yo no ceno antes en invierno).
Gracias por los comentarios
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