Canalizar es una palabra preciosa. Tú dices canalizar y… bueno, no, no voy a seguir por ahí porque realmente no sé de qué palo vas y no sé lo que pasa por tu cabeza cuando dices canalizar. Recommençons. Cuando yo digo canalizar, lo que me viene a la cabeza es una enorme corriente de agua y un tubo, no necesariamente cerrado. Puede ser un medio tubo, lo que viene a ser un canalón, o sea, un canal, y de ahí canalizar. Equilicuá.
Una masa de agua, brava o tranquila, un torrente o un remanso, una cantidad enorme o pequeña, pero en todo caso una masa de agua algo descontrolada. Agua random, un peu partout, que va a su aire aunque sea agua y va a su bola aunque esté extendida. Yo prefiero pensar en algo salvaje, espumoso, indómito y rugiente. O sea, agua a lo bestia. Es el caos, el desorden de la fuerza y de la libertad. Yo prefiero pensar cuando imagino, aunque eso es otro post.
Y de pronto, canalizar. Y entonces todo eso que no controlas en absoluto se domestica, se domina, se domeña, todo eso se vuelve manso, se sujeta, se somete y se conduce. Es maravilloso. De pronto la paz, la calma, el silencio, el orden, la tranquilidad. Canalizar entonces te proporciona un contraste que, por ser contraste, revela dos mundos maravillosos que, si se saben alternar, le dan mucha vidilla a la vida.
Pero amigos, no siempre puedes canalizar todo el agua. Te dices que a las malas, haces un canal más grande pero quizá no tienes los recursos para hacer un canal tan grande, o tal vez no tienes el espacio para ponerlo, que todo puede ser. Así que de pronto, te encuentras con medio canalizar. O canalizar a medias. Una chapuza, vaya. El verbo ha dejado de ser bonito.
Y ya no digamos cuando te sales de la naturaleza, o mejor dicho, cuando te olvidas del agua, que todo lo limpia. Entonces, no hay duda, dices canalizar y se acabó la poesía.
Si te sirve de algo te diré que puse un canalón en el pueblo para la lluvia, pero llueve tan fuerte que parte del agua salta fuera. Un beso.
Me gustaMe gusta
Entonces no has canalizado.
Me gustaMe gusta