Tú figúrate que me viene Albert E. para preguntarme si he podido mirar el último informe, el del Emc2 no sé qué, porque no me ha dado tiempo a estudiarlo bien y en profundidad. El caso es que llega, se sienta y entonces va, y se pone, y me dice que ha pisado un charco por la mañana y se ha puesto perdido el pantalón. ¡Y se levanta y me enseña el bajo del pantalón! y yo, entremedias, no sabía qué cara poner porque ayer Max P. me había dicho que me llamaba hoy a las 9 justamente para hablar del Emc2 no sé qué, pero yo hoy a las 9 no podía estar al teléfono porque he tenido que ir antes de venir a recoger el coche que estaba en el taller, y yo había quedado con el tio del taller a las 8 para que me diera tiempo pero justo antes de salir de casa me he dado cuenta de que hoy me tocaba a mí sacar al perro, que ya sabes que mi marido en cuanto puede se escaquea.
Mira, qué morro tiene: la semana pasada lo saqué yo TODOS LOS DÍAS, porque se fue de caza toda la semana y cuando le digo que se lleve al perro, que para eso lo compramos de raza cazadora, me dice que no, que cómo va a dejar a los niños sin el perro, y claro, los niños encantados pero yo no, y ya la semana pasada me tocó TODOS LOS DÍAS y ahora ésta me dice que no, que él lo saca un día sí y otro no, y… total que yo no me acordaba, porque normalmente yo lo saco lunes, miércoles y viernes, y él martes, jueves y sábado, y luego los domingos los alternamos, pero como la semana pasada estuvo fuera, pues decidimos cambiarlo, y hoy, martes, yo pensaba que no lo tenía que sacar, pero no, porque el domingo el cubrió mi turno porque la semana pasada había estado fuera. Total, un rollo.
El caso es que he sacado al perro y me encuentro con un vecino que… bueno, un problema que tenemos con las bajantes. Me larga su rollo y yo le digo bueno, venga, que me voy que tengo prisa, total, que he llegado tarde al taller y claro, ya se me habían colado dos y he tenido que esperar.
Con lo cual desde el taller he llamado a Max P. para decirle que no llegaría a tiempo a las 9, pero él no había llegado, así es que he hablado con su secretaria y le he dicho que había tenido un problema familiar porque no iba a empezar a contarle todo este rollo a la secretaria, así es que cuando me ha preguntado le he dicho que era un tema mío sin importancia, porque no me apetece que empiecen a pensar que tengo problemas en casa, y no me apetece.
Así es que fijaté qué horror que he tenido que retrasar media hora la llamada telefónica de Max P. y cuando entra Albert E., le veo ahí de pie con el pantalón manchado de barro y yo no sabía cómo decirle oye lárgate que estoy esperando a que llame Max P. El caso es que le digo mira si no te importa, es que está a punto de llamarme Max P. y me mira, se mira el reloj y me dice bueno, pues vengo más tarde, dime a qué hora estás libre. ¿Tú te crees? Yo ya estoy harta de que me aborden de este modo y además ya tenía abierto el ordenador por la presentación que iba a repasar con Max P. y no me apetecía empezar a mirar el calendario, es que qué morro tiene la gente, que llega a tu sitio, empieza a contarte su vida y encima espera que le escuches y que cambies todo para responder a sus preguntas. Así es que le digo que lo hable con Marie C. y va, tuerce el gesto y me suelta que si no lo puedo mirar yo un momentito.
Y en ese momento suena el teléfono, que debía ser Max P., así es que descuelgo y, claro, era Max P., y le digo que espere. Se lo digo a Max P., porque el otro ahí estaba, de pie derecho, como un pánfilo. Y oigo al otro lado ¡Oye, oye!, y le digo ¿qué? y me dice que se va a tomar un café si estoy ocupada y me llama luego, y le digo que vale. Entonces cuelgo y le miro a Albert E. y ya no sabía cómo arreglarlo, aparte de que me había hecho gracia lo del charco, así es que le digo en broma: vaya manchurrón. Y coge y me suelta muy serio que eso ya me lo había dicho él. Y luego se ríe. Pero no sé si me lo ha dicho enfadado y luego ha querido disimular, porque ya te conté cómo reaccionó el otro día cuando le dije que hiciera el informe.
De todos modos, él no había dicho nada de manchurrón, sino que había hablado de salpicadura, pero mira, no he querido discutir, porque ya llevo un día…
El mundo debería girar a mi alrededor porque todo lo que me pasa es muy importante. Lo sé, lo veo, lo noto. Yo escucho mi voz y veo fluir mis palabras lentas ante miradas expectantes, relatos cuyo detalle nadie alcanza a entender porque el mundo es un saco de inconsistencia. Sólo yo tengo importancia. ¿El resto? El resto me sigue.
(De los Diarios imaginados, de C. Disbonjour)