El rey Mago en la Noche de Reyes

Llegué a casa a las 3 de la madrugada. Había tomado un par de copas después de una cena con vino. Y aunque la farra iba a continuar, yo me había retirado prudentemente porque me esperaba algo de trabajo como rey mago y un seguro madrugón. Al llegar a casa, me quité aquellos zapatos incómodos. Descalza, cogí unas tijeras y entré en el salón.

Empecé a desenvolver los paquetes y a abrirlos. A comprobar que funcionaban. A cortar las etiquetas de los peluches. Dejé la maleta para el final. Cerrada no decía nada, y se me pasó por la cabeza dejarla en su caja, en donde aparecía una ilustración con el resultado final, una vez montado. Entonces la abrí y el panorama me pareció inaceptable. Un montón de bolsitas de plástico llenas de piezas pequeñas, las más grandes sueltas, todo ordenado pero sin alma. Aquello no era un juguete, aquello era un contenedor de cacharros sin sentido. ¡Aquello no podía hacer ilusión a unas niñas de cinco años! Miré el reloj: las tres y veinte. Bah, no me llevará mucho tiempo, si esto es para niños pequeños, y además, no tengo sueño…

Me preparé un café, busqué las gafas, me puse unas zapatillas y un jersey, y empecé a montar lo que tardó unas dos horas en parecerse a la [puñetera] Granja Escuela de Pin y Pon. Santo cielo. ¿Pero cuántas piezas puede perder un niño antes de terminar de edificar esto? ¿Pero un niño puede de verdad montar esto? Pero, pero ¿Y dónde están las instrucciones? Claro, no hay instrucciones. Total para qué, se dirán, si un niño a esas edades está en primero de recortables y lee sólo las letras gordas. ¿Y eso que hay detrás de la casa en la foto qué será? ¿Un naranjo? ¿Y cómo coño coloco el cercado para que quepa un naranjo? Va a ser el naranjo, lo estoy viendo. ¿Y ahora tengo que despegar la casa?… Uf, ya decía yo que esos agujeritos eran muy pequeños, me da que no voy a poder sacar la casa, que me la voy a cargar…

Cuando ya parecía que no quedaban más vaquitas, ni más burritos, ni más cerditos, patitos, gallinitas, tomatitos, florecitas y lechuguitas por los sillones ni por encima de la mesa, cuando ya parecía que aquello tenía un aspecto más que decente, empecé a recoger los papeles, las bolsas, las cajas y… No puede ser ¿¿¿MÁS PIN Y PON??? ¿Pero estos muñecos se reproducen como los conejos o qué? ¿Y esto qué es? ¿Otro tejado? ¿Esto es una escalera? ¿¿¿Y por qué hay caballitos??? … 

Exhausta, con los ojos llenos de colorines, me pude por fin meter en la cama a las seis y media de la mañana. Es agotador ser rey Mago.

19 pensamientos en “El rey Mago en la Noche de Reyes

  1. Jajajá. Me lo puedo imaginar perfectamente. Uno de los mayores retos del días de Reyes es montar los regalos de los niños y es que la capacidad de los fabricantes para hacerlo todo complicado solo puede ser porque haya alguna ley que les obligue a ello. Todos esos precintos, alambres y cartones son desesperantes.

    Me he acordado de esto mientras te leía. Muy divertido.

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  2. ¿Lo dices en serio? ¿Montaste la granja? Pero, entonces ¿qué montó la niña?

    Por cierto, te acostaste a las 06:30 h y te levantaste a las …

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    • Las niñas supongo que lo desmontarían y lo volverían a montar, pero se ahorraron ver aquel amasijo de bolsas tan deprimentes. Ya, ya sé, muy antieducativo…

      Pues no recuerdo a qué hora me levantaría, pero no más allá de las 10 seguro.

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  3. Mis padres también nos ponían todo montado, sin papel de regalo ni nada. Te levantabas y veías el despliegue de medios.

    Mi padre todavía recuerda con horror el año del barco pirata de los clicks, se acostó media hora antes de que nos despertásemos y con un bonito pedo. Para hacer más llevadero el montaje se fueron bebiendo la botella de champán, y luego otra.

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  4. Hubo años en los que me tumbaba en la alfombra, con un cojín, y le decía a Ardilla: «Duermo aquí, no tengo fuerzas para llegar a la cama». Cuando llegan a los 37, es todo mucho más fácil. Incluso se despiertan después de que lo hagas tú.

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  5. Jajaja… Yo luché con una simple cuna para Nenuco el día de Nochebuena… Empezamos siendo tres los ingenieros de mobiliario, todos con muy buena voluntad, pero los otros se quedaron por el camino…

    Por suerte la peque me lo valoró, que no hacía más que repetir una y otra vez «La tía ha montado la cunita»…

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