Yo me pregunto si alguien, en este fin de semana largo de noviembre, habrá escapado al embrujo de ir al campo a coger setas. Aparte de una servidora, claro. Tú vas por la carretera en esta época del año y no dejas de ver coches en los arcenes y en los claros del bosque, y atisbas cómo familias enteras, pertrechadas de un palo, una cestita y una navaja van en busca de setas. La cestita, justo es decirlo, a veces se cambia por una simple bolsa del súper, que es más facil de disimular y metérsela en un bolsillo en el muy probable caso de que no se coja ni una seta. O se coja una sólo, en cuyo caso se puede llevar en la mano hasta el próximo contenedor de basura.
También los ves mientras paseas por el campo. Se han adentrado en el bosque, pensando con perspicacia que en el borde de la carretera tal vez ya no habría muchos níscalos que meter en el zurrón. Y ahí están, tirando de la sillita del niño, con la abuela que porta la navaja y el intrépido padre de familia, el palo con el que remover la tierra. Tampoco se alejan mucho de los caminos, así es que la perspicacia les dura lo mismo que tarda en desaparecer el asfalto. El éxito les dura más, yo diría que tanto como tarda en aparecer. Y sin embargo… sin embargo sí ves gente que sale de entre los matorrales con bolsas llenas de setas. Pero van vestidos de otro modo, y tienen otra cara. Cara de irse a poner morados de setas, se diría.
Yo reconozco que lo de coger en directo los frutos de la tierra no es lo mío. Ni setas, ni margaritas. Hace unos fines de semana fui con unos amigos a coger moras. Las moreras estaban al lado de un riachuelo, como siempre están las moreras por otra parte, pero éste era particularmente pobretón. El riachuelo, me refiero, que moras había muchísimas. Por fortuna, mi amiga Merche, que suele ir al poblachón muy vestida de Madrid, me salvó de mancharme las manos con una invitación al aperitivo, al que acudí encantada. Cuando apareció el resto de la pandilla, llevaban unas manos como de terminar un examen de Primero de infantil. La mancha de mora con mora se quita, aunque yo aconsejé el jabón, que tampoco era cosa de que se volvieran a marchar al riachuelo ése tan misérrimo.
Volviendo a las setas, no crean que me gustan. Si son a la plancha, muy hechas, o si están muy disimuladas, vaya que te tira. Y en todo caso, ni se me pasa por la cabeza comerme una que haya cogido yo. Lo único que he cogido del campo cuando era pequeña son piñas para encender la chimenea, y eso porque se distinguen estupendamente. Mi padre nos llevaba a mis hermanas y a mí con un saco y, hala, a proveernos para el invierno, que lo de las pastillitas no es que fuera de mal tono, pero sí de personas poco sabias en el encendido de la chimenea. Gente como de poco campo. Y eso de ser de poco campo para mi padre era como tener poco mundo. O sea, algo de mal tono, vaya.
¿Y vds han cogido setas ya o lo dejan para el próximo finde?
Pues a mí me gustan mucho las setas. He ido pocas veces, pero creo que me gustaría hacerlo más a menudo.
Ah, yo hago un risoto con setas y calabaza realmente rico!
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Un risoto con setas y calabaza… humm… no sé si la mezcla me entusiasmaría a mí. Pero bueno, en el fondo yo como de todo 🙂
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De setas se cero, no las conozco casi nada, bueno decir casi es mucho saber, realmente no tengo ni idea de setas, no sé cuales son las buenas y cuales las peligrosas, por eso prefiero no arriesgar recogiendolas del campo, y sí que me las pongan ya directamente en platuelo bien cocinaditas. Los niscalos, estas me he aprendido el nombre porque no son de mi agrado, prefiero cualquier otra variedad que esa que se queda como viscosa cuando se guisa.
Un abrazo.
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Para mí tienen que estar muy hechas, o con el sabor muy disfrazado: o sea, mejor no comerlas. Y no entiendo nada de nada yo tampoco.
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Pues yo a por setas no he ido nunca, pero me han entrado ganas de acercarme un día y hacer de dominguera inexperta…
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Bah, es mejor pasear por el campo sin estrés ni objetivos, simplemente por pasear y ver el paisaje. Yo no te aconsejo que cojas setas si no las conoces.
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Este año la abundancia nos aburre. A ver, otros años íbamos a por boletus encontrabas media docena, o te la regalaban, te comías tres y los otros tres se congelaban para poner en ocasiones especiales, por ejemplo, en un pastel de carne a invitados de los que no conoces sus gustos… Ahora, después de habernos pasado el mes de septiembre haciendo todo tipo de salsas de tomate, confitura de tomate, salmorejo, sopa de tomate tipo Cambells, parte de el de octubre haciendo pimientos asados, confitura de pimientos, ya no conocemos más formas de conservar los pimientos, el resto de octubre nos lo pasamos cosiendo boletus en hileras para que se sequen, comiendo boletus, congelando boletus, conservándolos en aceite. Dice mamy que la abundancia aburre, yo creo que a mi me aburre tanta abundancia vegetal, si fuera abundancia chuletil, a mi, no me aburriría. Mañana haremos el membrillo.
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Esto de lo que tú hablas debe de ser la cocina de mercado real, o sea, la que pone en la mesa lo que toca en cada temporada. Pero digo yo que los tomates y los pimientos no los tomarás silvestres, sino que los plantarás ¿no? Pues planta menos. No sé, no tengo ni idea, igual eso no se puede controlar. De todos modos, debe ser muy chulo comer de la huerta que tienes, aunque te canses. Al menos comes fresco, no como lo que venden en algunos supermercados…
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Desgraciadamente en este tema sale mi lado más oscuro, intolerante y no sé cuantas cosas más y es que vivo al lado del monte y veo año tras año los destrozos que causan las personas, cada año menos entendidas en coger todo tipo de cosa que puedan coger, ya sean setas, moras,piñas…
Eso sí, luego sales el lunes y aparte de los destrozos el monte está sembrado de coca colas, dodotis sucios, bolsas de plástico…
Lo siento, es lo que vivo cada año y cada vez lo llevo peor.
Besazo
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Es que tú vives en un campo muy cerca de Madrid. O sea, un semi campo (ojo, semi-campo porque lo convertimos en eso los madrileños) Si fuera como Babu, entonces no te pasaría, porque ella vive realmente en el campo donde se respetan las formas.
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¿Y ahora qué pasa con este blog? Esta mañana, desde el móvil te he dejado un comentario (¡2 veces!) y … ¡nada, que no aparece!
Yo no soy de buscar setas, soy más bien de comérmelas. No tengo ni idea (ni siquiera sé distinguir un «rovelló» de una amanita phaloides). Lo que nunca haría es comerme una cogida por mí.
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Con este blog no pasa nada, que yo sepa. ¿Qué pasa con tu móvil? 🙂
Comerme una seta cogida por mí me parece una temeridad, ni se me ocurriría.
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Con lo miedica que soy yo, no se me ocurriría jamas comerme una seta que no haya sido procesada….. No me fío de nadie. Donde se ponga una insulsa seta de las que se crían en alpaca, que se quiten todas las del monte, dónde va a parar! Por lo menos así sabes que no te vas a intoxicar, y eso, a una hipocondríaca como yo, le da puntos.
Un beso.
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No sé, tengo entendido que se distinguen bien y que además, están en zonas muy concretas. O sea, que no es irse a cualquier lugar del monte y coger lo primero que encuentres. Efectivamente, hay que saber. Y supongo que las setas silvestres estarán muy ricas. A mí es que no me llaman mucho la atención, no tengo paladar para esto 🙂
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