Tengo algunas razones para que no querer que Gibraltar sea de nuevo español. En primer lugar, creo que ya tenemos bastantes problemas de independentistas y nazionalidades como para añadir a 30.000 plastas más reclamando sus derechos de autonomía e independencia. Y por otra parte, el Estrecho es una cosa muy seria para dejarlo en manos de los españoles por un lado y de los moros por la otra. Que se pasee de vez en cuando una fragata británica por aquí con aires de vecino propietario me da tantas garantías como si hubiera tenido un primo grandullón y macarra en mi época de adolescente. Por lo demás, si los llanitos no quieren ser españoles, pues oigan, puente de plata. Y que lo que ha estado así 300 años puede estar otros 500, a mí me da igual. Siempre que no molesten y no nos perjudiquen, claro. Y ahí está el asunto, en mi opinión.
Pensar que en el sur de Inglaterra los españoles hubiéramos tenido un trozo de roca y lo hubiéramos ampliado para construir un aeropuerto, espigones, y no digamos haber tirado bloques de cemento al mar sin que hubiera llegado una cañonera de la Royal Navy y nos hubiera tirado un pepino de pólvora es ser un ingenuo. Incluso en estos tiempos tan blanditos, los ingleses no se andan con miramientos y sin necesidad de tener una lady que is not for turning, nos hubieran puesto en su sitio. Cosa que no hacemos nosotros con estos alcaldillos arrogantes que gobiernan Gibraltar. Pero nosotros somos un país con muchas carencias, entre ellas el honor, la inteligencia y un orgullo que sirva para hacer algo, y no solo para decir algo. Nuestra valentía se resume en pitar a una viejecita que cruza despacio el paso de cebra, y tenemos la Santa Bárbara sólo para acordarnos cuando truena.
Ya es una imagen muy manida la del Comisario Renault de Casablanca, cuando entra en el bar y se escandaliza “¡Aquí se juega!”, pero es el papelón de nuestro ministro Margallo, y antes que él, de todos los que han sido. Del contrabando y del blanqueo de dinero vive la Línea, y no es nuevo. Ahora sabemos que la arena con la que ganan terreno al mar sale de la playa de Fuentevaqueros, paraíso ecológico, ni más ni menos. ¿Qué razón moral podemos aducir los españoles para denunciar nada? ¿Es que antes de que tiraran bloques de cemento al mar no había contrabando de tabaco? Ahora nos escandalizamos porque vienen a nuestros hospitales sin pagar un puñetero duro de impuestos, porque viven aquí sin pagar aquí, porque por esa frontera entra de todo y nada bueno. ¡Aquí se juega! ¿Y? Pues “y” es que el ministro ya ha dicho que si quitan los bloques de cemento, relajará los controles en la frontera. O sea, que se les dejará traficar. Y un minuto después, pretende que alguien en Europa se crea sus denuncias sobre paraísos fiscales. Recuerda a aquello de Groucho: «si no le gustan mis principios, tengo otros». Es todo tan patético…
Apuesten sobre el final de esta historia. Después de todo este gorileo, acabará agosto, entrarán nuevas noticias, y a la vuelta de un par de meses, se nos habrá olvidado: Picardo seguirá siendo un hombre feliz, nuestros Ministros también, y aquí paz y después gloria. Y dentro de unos años (lo que da cubrir la eternidad) los bloques seguirán ahí, Gibraltar también, el contrabando también y la arena de las playas españolas serán arena de las playas gibraltareñas. Bah.
Perfecto análisis.
Dentro de 30 años el territorio de Gibraltar se habrá multiplicado por diez, gracias a los españoles y luego se echarán las culpas unos políticos a otros.
Besazo
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Me temo que tienes toda la razón. Un beso.
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