Concebido para EXCURSIONISTAS que buscan protegerse del sol, del viento o de la lluvia fina. Pequeño refugio de instalación instantánea. Nuevo tejido teñido en la masa para reducir el consumo y la contaminación de agua.»
Por el módico precio de 19,95 euros, este refugio alpino (o por lo menos pirenaico) es el complemento ideal para llevar a la piscina del poblachón, y espero que nadie venga a discutírmelo. Y si bien supongo que el desencadenante de la compra fue el precio, muy competitivo, ignoro si su acarreo hasta una piscina de pueblo estaba ya previsto mientras esperaban para pagarla junto con los culottes para las bicis. Pero ahí estaba, instalada sobre el césped, y las toallas de Mickeys, patos Donald y princesitas con mucho brillante que rodeaban el precavido refugio familiar indicaban el compromiso de aquel padre con sus retoños.
¿Pero dónde estaban todos? Oh. La tienda de campaña no tenía a ninguno de sus habitantes cerca cuando llegó el golpe de viento, ese golpe que ansía cualquier bañista que quiera comprobar lo fácil que es valer el doble. Porque ya se sabe que hombre prevenido vale por dos y, ante los vientos malignos y el sol justiciero del poblachón, qué menos que ir con una tienda de campaña un poco a todas partes, inclusive a la piscina. La cuestión es que la tienda salió volando, entre los gritos de la gente que gritaba «cuidadooo, cuidadooo«, como si llegara el lobo. No el lobo de Caperucita, se entiende, sino el lobo del cuento de los tres cerditos. Todo muy alegórico para un sábado por la mañana, esto hay que reconocerlo.
Después del susto y sin que por milagro nadie resultara herido, depositamos la tienda de cualquier manera (o sea, hecha un higo) ahí donde estaba y poniendo encima las mochilas de aquella familia fan de los caracoles, para que no se volviera a volar. Que mochilas también había muchas, porque cuando se va a pasar el día a la piscina se va en condiciones o no se va. Hasta que al rato largo apareció el dueño de la tienda, como si no fuera con él, a preguntar qué había pasado. Y para alguien que instala un refugio impermeable en una piscina el mínimo exigible no es el decoro, sino la autoprotección, de manera que venía armado con esto que ven a su derecha. Tal imagen de poderío nos hizo dudar sobre el grado de prudencia que deberíamos imprimir a nuestras palabras. Porque llamarle capullo sin más podría ser percibido como un acto de provocación y quisiera recordarles que, aunque maltrecho, él disponía de un refugio anti-lluvias y nosotros sólo contábamos con unas miserables toallas…
No se disculpó, total para qué. Finalmente, la tienda no había dañado a nadie y, sobre todo, él estaba en medio de una guerra acuífero-galáctica con sus hijos, hay que comprenderlo. Ya volvería a colocar la tienda, que es la parte más divertida del día, casi tanto como comprobar lo bien que se ve con las gafas de bucear aunque tenga que agacharse mucho para comprobarlo. La épica paternal, que tiene estas cosas…
Habrá que esperar a nueva normativa. Ya prohibieron los inflables en las piscinas porque hubo tentativas de usar canoas de cuatro remos e incluso zodiacs con motor fuera borda. Es que somos así de extremos.
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¿Más normativas? Uf…
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No me parece bien ocupar tanto sitio y marcharse. Eso no debería estar permitido. Un beso.
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Nada más conveniente… de verdad, yo creo que estamos perdiendo el oremus. Un refugio alpino para la piscina y un tayudito con megapistola de agua que están prohibidas en las picinas…
Besazo
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Estamos perdiendo el oremus y… lo que no es el oremus!
Gracias, querida.
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Equiparable al momento en el que las sombrillas salen volando en la playa mientras sus dueños están en el agua. Sublimes momentos veraniegos todos ellos.
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Una de esas sombrillas me dejó una marca en el hombro. Si me da en la cara, me deja como scarface. Hay que andarse con mucho cuidado, desde luego.
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