Hoy toca post del Club de lectura. Este mes hemos leído un libro elegido por ND, que se llama “Cómo hablar de los libros que no se han leído”, de Pierre Bayard. Con ese título, cualquiera podría pensar que estamos delante de uno de tantos libros de bricolage o de autoayuda, ya saben, “Cómo combatir la carcoma de las puertas”, o “Cómo superar el miedo a los rinocerontes”, cosas así. Y en este caso, podría parecer dedicado a alguien que quisiera ganar algún premio de postureo cultural, porque es un libro que, aparentemente, enseña a disimular, con lo cual a ver quién es el guapo (o la guapa, en mi caso) que reconoce haberlo leído. Y siendo así, el libro debería llamarse «Cómo negar que se ha leído un libro cuando realmente sí se ha leído». Y llegados a este punto, no sé si les estoy liando, porque yo desde luego me he hecho un lío… A ver, me voy a recomponer. Quería decir que no, que el libro no es lo que parece por el título, sino que aborda muchas otras cosas, todas ellas muy interesantes, más allá de poder salir airoso en una conversación mundana sobre libros y pasar por haber leído algo que no has leído.
El autor empieza por preguntarse qué significa realmente eso de “libro leído/libro no leído”, y le parece una clasificación muy limitadora, porque, en efecto, un libro puede olvidarse, tanto su contenido como el hecho mismo de haberlo leído, y porque cada cual entiende un texto a su manera, debido a nuestra propia vida, nuestras propias ideas y al entorno en el que vivimos. Es decir, que cada libro debe encuadrarse en algo que él llama la biblioteca interior y la biblioteca colectiva, que es en donde un libro encuentra referencias y sentido para la memoria. Y él propone otra clasificación, que es la de libros que se han recorrido, libros olvidados, libros de los que se ha oído hablar y libros desconocidos.
El autor reflexiona sobre la cultura, y sobre la imposibilidad de leer todo y de recordar todo. Y también sobre la “vergüenza” de reconocer que no se ha leído un libro, no ya en situaciones mundanas, sino en ambientes literarios o en claustros de profesores. Y sobre todo, pone en cuestión “ese postulado según el cual es necesario haber leído un libro para hablar de él”. Y es verdad, porque todo el mundo habla de El Quijote, porque es una obra de sobra conocida. O de las novelas de Corin Tellado. Pero mientras que el primero todo el mundo dice haberlo leído, de las novelas de Corin Tellado lo normal es decir que no se han leído, lo cual ya nos da algunas pistas. Y es que esa asociación entre libros y cultura naturalmente existe, pero el autor le quita importancia porque, en efecto, “las personas cultivadas lo saben – y sobre todo, las no cultivadas lo ignoran -, la cultura es primero una cuestión de orientación. Ser cultivado no es haber leído tal o tal libro, sino saber orientarse en el conjunto, saber que forman un conjunto y estar en situación de colocar un elemento en relación a los otros”
El libro habla de muchas otras cosas: de la angustia que supone no recordar lo leído, y a veces ni lo escrito, y la sorpresa que supone para el autor muchas veces que le hablen de su propio libro; de la relación de la lectura con el poder; de los libros que no se deberían leer. Y el autor ilustra estas ideas con pasajes de libros que nos cuenta y que desmenuza, y que hacen que el libro sea muy distraído y que tenga interés. Y sobre todo, el libro elimina algunas “culpas”: el no leer, o leer por encima, o leer a medias, o leer sobre libros y darte por satisfecho, o dejar libros sin terminar. Porque en el fondo, y a pesar del título, es un libro que enseña a leer y a mirar los libros con otros ojos. Y sólo por eso, vale la pena leerlo.
Encontraréis otras reseñas, como siempre, en La mesa cero del Blasco, en Lo que pasa en mi cabeza, en La originalidad perdida y chez Delenda est Carthago. Y a lo largo del mes, en vuestro blog preferido de libros Club de lectura.
Me ha parecido un enfoque muy interesante. Y desde luego que me siento identificado con el hecho de interiorizar no sólo lo leído sino también lo no leído o lo leído a medias. Por ejemplo, nuca pude con El arco iris de gravedad, de Pynchon, lo que me ha creado un extraño sentimiento de extraña relación personal con la obra, que tengo en sitio de honor en la estantería más cercana a mi escritorio, y de la que no me pierdo ni una sola reseña de las que voy encontrando en la red.
Por cierto, no he podido evitar de un libro que leí allá por los felices ochenta que se llamaba “cómo dárselas de experto en filosofía”, que lo editaba Mondadori en una colección que creo que se llamaba algo así como “guías para enterados”. El libro era buenísimo, y doy fe de que en unas cincuenta cuartillas conseguía comunicar los conceptos básicos para que cualquiera pensara que realmente el lector sabía de lo que hablaba en una conversación “profunda”. El libro recomendaba incluso frases interesantes que decir cuando te hacían una pregunta incómoda que podría comprometer tu ignorancia, de manera que pudieras salir del paso y quedar como un auténtico intelectual (por ejemplo, si alguien te preguntaba por el concepto del ser-aquí de Heidegger, el libro te recomendaba poner cara de escéptico, dejar pasar unos segundos y decir muy serio algo así como “primero habría que hablar de la relación del término con el nazismo, incomprensiblemente oculto en el autor”, a lo que si tu contertulio era heideggeriano éste se callaría avergonzado, y si no lo era celebraría tu agresividad metafísica)
Desgraciadamente ese libro se perdió en alguno de los muchos traslados que desde entonces he hecho. Y no hay manera de encontrarlo 🙂
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En un ambiente académico, puede parecer necesario disimular, porque efectivamente, hay sitios en los que reconocer que no se ha leído algo en concreto puede resultar «imperdonable». Yo me lo hago perdonar siempre, no me da la vida, ni el tiempo, ni las ganas, para mucho más.
Lo que cuentas de cómo responder a lo de Heidegger me recuerda a mi hermana, que cuando se habla de algún coche pregunta «¿Y qué tal recupera en quinta?», y se queda tan pancha (ella creo que no pasa de tercera).
El libro es interesante, pero sobre todo porque desmitifica muchas cosas sobre los libros como «entres sagrados», y eso está muy bien.
Gracias por comentar y bienvenido.
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Me alegra que te haya parecido interesante. A mí me ha encantado. Creo que es un libro que juega con el lector y a través de esos ejemplos y propuestas no convencionales nos lleva a interrogarnos por lo que leemos y por cómo encajamos en nuestro mundo.
Seguiremos hablando!
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Ya te he leído. No me ha gustado tanto como a ti, desde luego. Y tiene pasajes un poco pesados, pero también tiene algunos muy divertidos.
Me ha gustado la propuesta, sí señor. ¡Gracias!
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Por motivos de salud, no he leído cuanto habría deseado. En realidad, he leído poquísimo. No me importa decirlo, aunque he de confesar que de jovencita me avergonzaba. En cuanto pueda, volveré a los libros porque me gustan, porque me estimulan, porque me presentan nuevos enfoques de la vida o me iluminan rincones oscuros de la memoria. En cualquier caso, no es tanto una cuestión de amontonar lecturas; si la mirada no es la adecuada de poco servirán.
Interesante el libro, Curra.
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Una de las cosas que dice este señor es que para escribir no es necesario haber leído mucho. Yo no sé si estoy del todo de acuerdo, pero pone ejemplos muy relevantes. Tienes mucha razón y estoy muy de acuerdo: amontonar lecturas es absurdo.
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Hay que leer y sentir pasión por las palabras para escribir. Sin embargo, si no tienes el don, de nada sirve. Un don que no es gratuito y que a veces llega envenenado. Dime algún ejemplo, porfa. De momento, no voy a poder comprarlo…
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Te tiene que gustar, escribir ante todo es un placer. Y luego el don, pues hay quien lo tiene y quien no. Yo no lo tengo, pero me divierte muchísimo.
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Como siempre, una reseña muy chula. Me quedo con la parte de olvidar lo leído (y lo escrito), no se me había ocurrido que olvidamos también lo que escribimos…y no hay más que remontarse a dos años atrás en tu propio blog y flipas lo más grande
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¡Y que lo digas! Pero también, es que un poco petardo releerse. Yo me he sentido muy » identificada»
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Creo que hemos coincidido bastante en lo que nos ha interesado del libro, prácticamente hemos reseñado las mismas cosas.
Me parece muy interesante todo lo que habla sobre el libro interior, ver a los libros como entes cambiantes y me sume en la depresión toda la reflexión sobre el olvido, porque me duele que algo que tanto me gusta, tanto me divierte y tanto me aporta acabe en una pérdida. Que es lo que a mí me pasa.
La parte formal del tema no la veo porque mi mundo de ingenieros empieza y termina en una especificación técnica. No hay nada que rascar.
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A mí lo del olvido, lo de «la angustia del olvido» me ha parecido que es exactamente así. Angustioso.
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El verano pasado leí uno parecido (de hecho, creo que salieron al mercado editorial a la par), de uno de los críticos literarios de ‘The Guardian’ y del ‘Financial Times’: Henry Hitchings, «Saber de Libros sin Leer». Y por lo que cuentas, deben de ser libros muy parecidos. Me encantó porque, desde Tolstoi o Dostoievski, hasta La Gran Novela Americana, va dándote pistas para poner en evidencia a quienes hablan de libros que no se han leído, ¡aunque tú tampoco lo hayas hecho! 😉
Un abrazo.
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Hay añguna anécdota al respecto en este libro también. Y es para nota: poner la cara colorada de alguien sin haberte leído tú el libro es para nota!
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