El recorte de la vergüenza

No lo llaman recorte, aunque lo es y muy serio. Lo llaman necesidad de pasar página, de iniciar un nuevo ciclo político, de apuesta por una nueva etapa, borrando de un plumazo toda la infamia anterior. Hablan de razón de Estado, de oportunidad histórica, de plan de convivencia democrática, de superación de obstáculos ideológicos, en una cháchara inicua que lo mismo les vale para esto que para envolver una sardina. Los más descarados siguen hablando de proceso de paz. Y los más vomitivos, en especial aquel que diría cosas que nos helarían la sangre, nos propone una orientación flexible, que no es ni más ni menos que su propia desorientación moral.

Pero esto es un recorte. Un recorte de la dignidad de los muertos y de sus familias. Un recorte de la dignidad de un Estado al que están rindiendo ante una banda de terroristas (ETA o Bildu o la madre que los parió). Un recorte de mi dignidad, porque este es mi país y esos que murieron son también mis muertos. 

Esos gobernantes y políticos calculadores que un día se parapetaron detrás de esos muertos que hoy desprecian, detrás de unas lágrimas tan falsas como su decencia, ahora se parapetan detrás de palabras como libertad, justicia, paz y perdón para recortar con tanto cinismo como impostura esos mismos conceptos que dicen defender.

Recortan la dignidad. Recortan la Justicia. Recortan la vergüenza.

 

 

7 pensamientos en “El recorte de la vergüenza

  1. ¿Moral? Desconocen el significado continente del vocablo, a «ellos» lo que les gusta, para aleccionar es la corriente taaaaaaaaaaaan progre del relativismo.

    ¡Qué pena de sangre, nuestra, vertida en vano! ¡Qué pena de madres, esposas e hijos! ¡Qué pena! ¡Qué daño!

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    • Creo en serio, sí, lo que he escrito, ¿por qué no iba a creerlo? ¿porque se «lee en algunos sitios»? (son preguntas retóricas). Sí, creo que se está degradando la dignidad de un Estado y haciéndole rendirse ante la ideología y métodos de asesinos y de sus cómplices por razones que me cuesta mucho trabajo comprender.

      En mi opinión, un Estado no debe negociar con su enemigo, con aquel que quiere destruirlo a él y al modo de vida de sus habitantes, a no ser que, en la fase final de una guerra, se quieran pactar condiciones de victoria o de derrota. El Estado español no está en guerra con la ETA. Nunca lo ha estado, porque la ETA no es un ejército ni el País Vasco un territorio ocupado o enemigo. Cuando se pone una bomba en un hipermercado a las cuatro de la tarde no tenemos delante un ejército o una ideología que merezca que se le trate con algún miramiento o comprensión. La Historia (y el sentido común) nos advierte que con los psicópatas no vale la política de apaciguamiento. Ni el atajo contrario (GAL), porque la infamia no se combate con más infamia. Un estado se rinde cuando se reboza en la misma mierda que pretende combatir, y también cuando acepta cobardemente las exigencia de asesinos y de gentuza que se vale de ellos para imponer una ideología retrógrada y totalitaria. Me da igual lo que exijan, me importa quién lo exige. Y para mí, eso es una rendición del Estado, mayor o menor, pero una rendición.

      Si alguien tiene que perdonar son las víctimas, que para eso han puesto los muertos, no un lendakari que lo único que ha puesto es cara de tonto. En cuanto a que esto le parezca bien a un candidato, no puedo por menos que agradecerle que lo diga antes de unas elecciones y no después.

      Sólo tú sabes por qué no esperabas leerlo aquí, pero aquí está. Junto con muchas otras cosas.

      Gracias por tu comentario, Jesús.

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