El taxi: ¡Vivan las cadenas!

Los taxistas están en huelga, o sea que desde ayer no bajan la bandera aunque está por ver si la arrían, porque dicen que es indefinida. Sin embargo, teniendo en cuenta lo bien que se circulaba ayer y hoy en Madrid sin ellos estorbando, me digo que para hacerse notar deberían hacer una huelga a la japonesa. No parece que se les vaya a ocurrir, así es que buscarán la notoriedad cortando la Castellana o rompiendo ventanillas a los coches de los VTC, que eso está al alcance de cualquier inteligencia. Y como además no parecen muy interesados en caernos un poco mejor, no les importará que en vez de llamarles los pelas, empecemos a llamarles los palos.

Aquel taxista de hace años (muchos) que se conocía el callejero de memoria y te llevaba por el camino más directo y te daba un buen servicio ha casi desaparecido de las calles de Madrid. Desde la irrupción del GPS cualquiera puede conducir un taxi, con lo que el servicio ahora ya no te lo proporciona un profesional, sino que realmente te lo da Google Maps, que también es un servicio no sé si público, pero desde luego utilísimo.

Hay algo estupefaciente en esta protesta, y es que en vez de revolverse contra el que le impone trabas, regulaciones e impuestos y les impide competir en igualdad de condiciones, piden que se extienda y amplíe el corsé a sus competidores y que al final pague la factura el cliente. Eso es como ir al médico no para que te cure del catarro, sino para contagiárselo a los que están en la sala de espera, arriesgándote con eso a que te peguen ellos a ti la rubeola, por ejemplo. Lo de que en Cabify tienen trabajo precario que se lo digan al inmigrante que conduce taxis por la miseria que tiene a bien pagarle el dueño de la licencia. Van de pobres y de obreros, pero hablan poco de su temor a que sus licencias no valgan ni un duro. Pero valdrán más cuando sean más rentables, y por este camino, renunciando a mejorar, será difícil que lo logren. O sea, la rubeola.

De todos modos, la manera de protestar de los taxistas me tiene muy despistada, porque no sé si lo suyo es estupidez o ingenuidad. ¿Sabrán cuál es el perfil de la persona que coge taxis? ¿Se habrán parado a pensar en lo que puede opinar su potencial cliente de los disturbios y la violencia? ¿De verdad creen que su energumenez convence a alguien, quitando a podemers que no han cogido un taxi en su vida? ¿Entenderán que al público joven ya lo han perdido definitivamente, si es que alguna vez lo tuvieron, y que los perciben como careros, viejunos y apolillados? ¿Y que sus clientes de 50 ó 60 años manejan el móvil de puta madre? ¿Creerán que la simpatía de sus potenciales clientes aumenta con cada ventanilla de VTC que rompen? ¿O que caen mejor cuando piden que el cliente tenga menos alternativas?

No creo que el sector del taxi sea un sector privilegiado, sino protegido. Mal protegido. Pero en vez de pedir que les dejen competir y eliminen trabas absurdas, piden que empeoren a sus competidores y que yo, como cliente, obtenga un peor servicio. O sea, gritan Vivan las cadenas para al final fastidiarme a mí, que soy su cliente potencial, en un patio político en el que abundan los fernandos septimos. Vamos, que me lo ponen facilísimo para solidarizarme…

Me parece que sería mejor para todos que los taxistas se bajaran de esa burra pleistocénica en la que están instalados y trataran de comprender por qué Cabify y Uber tienen éxito. ¿De verdad creen que es por la botellita de agua? Pues habrá quien lo coja por esa bobada, pero a mí lo que me gusta es que sé por anticipado lo que me va a costar y que tengo una opinión que vale y que voy a emitir libremente en cuanto me baje del coche, así es que más vale que vaya limpio y que el conductor se baje a cogerme la maleta. Dicho de otro modo: en Cabify quien manda es el cliente y en el taxi quien manda es el ayuntamiento. Y esa es la asimetría de fondo, y no hay más.

 

2 pensamientos en “El taxi: ¡Vivan las cadenas!

  1. No te creas que tengo una idea muy formada ni pacífica sobre el tema. Pero siempre que los veo protestando contra Uber, me vienen a la cabeza los video clubs; las tiendas de revelado de fotos y los periodicos de papel. Siento una especie de nostalgia y cariño por eso que me gusta y se va irremediablemente. También pena por quien ha invertido todos sus ahorros en un amstrad y en un comodore porque son los ordenadores del futuro.

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