Se escribe sobre lo que se ve, sobre lo que se vive o se imagina. Malos tiempos para la creatividad, porque el mundo que vivimos es cada vez más simple y más repetitivo. La actualidad es tan previsible que no es posible la sorpresa. La originalidad, la capacidad que tenemos para asombrarnos, desencadena la imaginación y el comentario, esa disposición que todos tenemos de fabular nuestras vivencias sin la cual nuestra existencia pasaría sin pena ni gloria al no tener motivos para ser recordada. Y si hoy miramos un poquito más allá de nuestra vida cotidiana, de la que es próxima y familiar, sólo encontraremos la nada.
Pones la televisión, abres un periódico o enciendes la radio. No pasa nada nuevo porque no se cuenta. Y no se cuenta porque se ha ignorado, se ha dejado de lado, se ha despreciado en favor de lo conocido, de lo viejo, de lo no resuelto, de lo que hablarán los demás, como en una retroalimentación infinita. A lo mejor es verdad eso de que el medio es el mensaje, y por eso la repetición es noticia. Asuntos enquistados que se alargan como un chicle y que, como el chicle, al cabo se convierten en un trozo de goma insípido que solo conserva el sabor de la saliva. Ir a lo seguro, repetir, repetir y repetir sin aportar nada nuevo es como no tirar el chicle. Mantenerlo en la boca y rumiarlo hasta la arcada, ese es el panorama político y periodístico que nos rodea.
Todo es cálculo, todo es aritmética sin serlo. Formar un gobierno es cosa de sumas y restas y no de ideas comunes; atender a refugiados que huyen de una guerra es un asunto de porcentajes y no de compasión; la bondad o maldad del individuo se mide por su nivel de renta; el argumento se tasa por la acumulación de menciones en Twitter y la cordura de la protesta sólo depende de lo que se pueda cerrar el encuadre de la cámara, para que cuatro se conviertan, mágicamente, en cuatrocientos. Razonamientos de un par de minutos, y resúmenes de ideas que sólo son brochazos superficiales. ¿Y cosas nuevas? Ninguna, es siempre dar vueltas a la misma rueda tirados por un ronzal.
Amigos, el cerebro de los humanos lleva camino de convertirse en un relicario.
Cuánta razón…
Hoy tenía una conversación sobre este tema y me acordé de Houston Stewart Chamberlain, que llamaba a Hitler «el gran simplificador». Y lo decía como el mayor de los elogios.
La complejidad y la imaginación exigen un esfuerzo, pero lo contrario, lo simple, lo cómodo y lo homogéneo, es (en mi opinión) enemigo del progreso y de la libertad.
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Eso es.
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Ahora las noticias las decide el twitter. Un beso.
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¿Sabes qué me da también mucha rabia? Cuando se da mucha publicidad a una historia durante un tiempo, después pasa de moda, se olvida y ningún medio se molesta en publicar cómo terminó aquel asunto. Ya no eres noticia, no importas, no existes.
Un saludo
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También, sí.
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