El esmoquin de la gente

Cuando un político acude a una audiencia con el Jefe del Estado vestido con vaqueros y la camisa arremangada y a una fiesta del cine con un esmoquin de medio pelo, una empieza a pensar que su verdadero programa oculto es un chándal, quintaesencia de la confusión en el vestir, aunque viendo los medios de financiación que se esconden detrás del disfraz también se pueden barruntar oscuras intenciones debajo de un camisón, que es lo más parecido a eso que visten los tiranos de la morería y alrededores. Pensándolo despacio, he de decir que entre el outfit de Maduro y el de Rohani, me quedo con el del presidente de Irán, que es mucho menos grotesco.

Hay muchas maneras de ir mal vestido y yo diría que todas están relacionadas con la desorientación. O no sabes dónde vas, o no sabes a qué vas, o no sabes con quién vas, pero el caso es que al menos una de las tres preguntas la has respondido horriblemente. Sólo te puede salvar un atuendo profesional, pero incluso el payaso se quitaría la peluca y la nariz de clown para acudir al dentista, más que nada para que los dos se tomaran en serio lo de los dientes.

Eso de épater les bourgeois a base de vestirse de punkie cuando vas a ver a tu abuela es una cosa un poco infantil, además de muy anticuada, porque hoy lo asombroso es encontrar a alguien bien vestido. Y de todas formas, no todo el mundo se lo puede permitir: primero tienes que identificar a un bourgeois falto de mundo que se deje epatar y luego necesitas mucha clase para sorprender. Si no, se nota la impostura. En todo caso, queridos amigos, la corbata es lo de menos en política: hoy en día lo único que puede epatar a un  burgués es una bajada de impuestos.

Hay que estar muy mal educado para comer sin camisa y ser muy guarro para bajar la basura en pijama. Fuera de esto, ir vestido como te da la gana para demostrar interés o desprecio a tu anfitrión, o sea, para enseñar quién eres, es un tic de niño rico, como el señorito que va a la boda del jornalero con la camisa abierta y zapatos de campo. El jornalero, en el supuesto contrario, se pondrá su mejor corbata no por demostrar respeto, sino porque le han enseñado en casa que la humildad y el saber estar son categorías distintas.

Lo que separa la sorpresa del esperpento es una línea muy fina que además se va moviendo. Hoy en día, lo que separa en el vestir a un político del camarero de Casa Manolo no son las cabezas de gambas esparcidas por el suelo, sino el sentido de la orientación.

14 comentarios en “El esmoquin de la gente

  1. Querida: este señor no hace nada sin pensarlo 100 veces y sin buscar un objetivo propagandístico. Ir a ver al Rey en vaqueros y al cine con esmoquin (¡qué mal le quedaba!) no es nada casual ni espontaneo. Sin duda, él y sus cuates pensaron horas y horas qué es lo que más les convenía.

    Dicho esto, parte de la culpa es de la Casa Real. ¿Has visto esos restaurante o casinos en que te pone un cartel: «el que no traiga corbata no entra»? Pues no creo que la Casa Real deba ser menos que esos negocios.

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  2. Es una cuestión de buena educación, básicamente. Decía mi abuela que con buena educación se llega a cualquier sitio; pero mira que algunos sin ella pretenden llegar a la Moncloa… Será que cotiza a la baja.
    Un abrazo.

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  3. Yo le doy poquísima importancia a la vestimenta, por eso mismo creo que podría meter la pata mil veces Y seguro que lo hago, pero como es evidente que soy un mono sin civilizar nadie me lo reprocha.

    La clave es lo que dice Desgraciaíto (y lo que insinúa el post). Vestirse a contrapelo para mandar un mensaje político es retorcido y superficial. Y a quién le gustaría vivir en un país de políticos retorcidos y superficiales…

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    • Las personas que no dan importancia a su vestimenta se las ve de lejos. Y a las que le dan importancia, especialmente para sorprender o decir cosas, también. Pero es verdad, ¿quién quiere un país de retorcidos?

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  4. Un secreto, que no tenéis porqué saber y me ha llegado por pura casualidad. En la gala de los Goya, un familiar mío fue invitada por la organizadora de la gala. Desde un sitio discreto pero vigilante, la anfitriona iba contando a las amigas los «sufrimientos» que supone superar los egos de algunos artistas. «A mí no me pongas más atrás que fulanito», «yo tengo que venir en taxi, que no tengo el coche»… lo normal en una reunión tan extensa y llena de figurines. Al grano. Esta chica estuvo toda la semana intentando convencer a Pablo de que llevara un smokin, ante la negativa de éste. Al final, cuando lo vio llegar respiró tranquila, respiración que se le cortó al comprobar que Pedro Sánchez, al que suponía no había que pedirle el riguroso requisito para ir a la gala, venía con una camisa sin corbata. «Lo mataba», fue su comentario. No debería salir de una simple anécdota y cargamos tintas, a favor o en contra, sobre los oscuros planteamientos de llevar una ropa u otra.

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  5. No creo que cambie mucho mi argumento esto que cuentas. Como mucho cambia de desorientado, pero no el fondo de la cuestión. ¿Cómo era aquello de Coco Chanel? Creo que era «Viste vulgar y solo verán el vestido, viste elegante y verán a la mujer». Pues eso.

    Gracias por comentar, Juanjo.

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