Lo malo de la impuntualidad es que la espera se torna imprevisible.
13:29 horas
– Oye, que me pregunto si has llegado ya.
– No, pero ya estoy llegando. Aparcar y ya está.
– Vale, estoy en la puerta al solecito, fumando un cigarro.
13:37 horas
– Oye, ¿Estás llegando a Madrid o al restaurante?
13:46 horas
– Oye, ¿Vas a tardar mucho más? Porque me estoy quedando sin solecito…
13:52 horas
– Oye, que me pregunto qué clase de parking exige una vespa.
13:58 horas
– Oye ¿Traes tabaco?
Y lo bueno es que el tiempo toma holgura.
Lo siento que ya no fumo!!! Que mala eres!! eran solo unos 15 minutos. O sea lo «aceptable» para una cita de amigos
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Ya sáb. que me encanta exagerar. Es la salsa de la vida y de la publicidad…
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Salvo por causas justificadísimas, la impuntualidad me parece una falta de educación intolerable. No puedo entender a la gente que, por costumbre, llega tarde y además, tienes que reírte porque si no, eres una intolerante. Hay gente que siente tal desprecio por el tiempo ajeno que me saca de quicio.
A una amiga mía, desde que éramos adolescentes, si quedábamos a las 7 de la tarde, le decíamos que habíamos quedado a las 6 y media y con un poco de suerte, llegaba a las 7 y cuarto. Tan contenta. Siempre le pasa algo. Y el cálculo de probabilidades dice que éso es imposible.
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Yo sin embargo tiendo a la comprensión. Y ahora mas! que no se puede fumar dentro de los bares… 😉
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A nosotras lo que nos enferma de verdad es lo que dice T, la falta de respeto al tiempo ajeno, en general somos coprensivas con un leve retraso en un momento puntual pero intolerantes con los reincidentes simpaticones, nosotras con ese género, después de los 5 minutos de cortesía, nos vamos.
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