Maalouf

Mi querida madrina me regaló Le premier siècle après Béatrice hace… un montón de años. No sé por qué eligió este título de Maalouf, pero sí recuerdo que me lo regaló en lengua original para que no se me olvidara el francés… Y lo que ya nunca olvidé es esta interesante novela, en donde Maalouf imagina un mundo en el que se generaliza el aborto y el uso de anticonceptivos selectivos que discriminan a las mujeres antes siquiera de que puedan venir al mundo. Por razones económicas o culturales, en un par de generaciones se rompe el equilibrio y las mujeres dejamos de ser mayoría entre la población. La consecuencia es un mundo que camina hacia el desastre y la violencia: la inútil delicadeza y la despreciable debilidad de la mujer se perderían, pero también su capacidad de resistencia, la compasión, y – por qué no también – ese pacifismo real y práctico que aportan (¿qué madre quiere ver a su hijo en una guerra?).

Dejé un rato a Maalouf hasta después de los atentados de 2001. Mi amigo Stephane (libros cortos), a propósito de mis argumentos en favor de la conveniencia de cambiar las chilabas por camisas de fuerza, me recomendó que leyera Identidades asesinas, un ensayo del que recojo esto: “suele concederse demasiado valor a la influencia de las religiones sobre los pueblos y su historia, y demasiado poco a la influencia de los pueblos y su historia sobre las religiones”. Los de la burka no están lejos de los de la cruz gamada, nos viene a decir, pero el mal no está en el origen de una religión o de una nación, sino en identidades monolíticas y colectivas que niegan al otro. Y es que detrás del miedo, está el miedo…

Maalouf es desde ayer Príncipe de Asturias de las Letras. Desde mi identidad española, me alegro mucho por este libanés y lo siento por la Matute, pero – no puedo evitar la broma – ¿Cómo le van a dar el Príncipe de Asturias a quien escribe tan bien sobre la “competencia”, aunque se trate de un “Olvidado rey…”?

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