Una pandilla poco jugadora

El sábado pasado quedamos a comer todos los amigos del poblachón, por aquello de la Navidad. Son costumbres que no se cumplen todos los años, y aun así no crean ustedes que logramos juntarnos siempre todos. Ya se sabe que son fechas complicadas, todo el mundo celebrando lo que se puede celebrar en el mes de marzo sin tantas apreturas de fechas.

Este año falté yo, entre otros. Y es que se me olvidó. Sí, se me fue de la cabeza completamente. Y eso que se lo había recordado a todos un par de semanas antes, un día que no había que felicitar a nadie a pesar de ser la Inmaculada. Pero se me fue de la cabeza. A eso de las tres me llamó Merchitas, pero yo tenía el móvil lejos y no lo oí. Me eché la siesta y cuando me desperté, vi la llamada perdida.

– Hola, Merchitas
– Hola, Carmen ¿Te pasa algo?
– No… me has llamado tú. ¡Eres un poco grosera!

Miren, lo peor no fue el olvido, sino que el fenómeno era inexplicable. Ni se me ocurrió inventarme alguna excusa, no sé, tipo «me han secuestrado unos marcianos y hasta que mi madre no les ha dado el aguinaldo no me han querido soltar», o «me ha llamado Rajoy a la Moncloa para organizar el fusilamiento de Montoro». Algo creíble, algo posible, algo viable. En fin, que llegué a las copas, algo es algo, mientras los comentarios de mis amigos basculaban entre la incredulidad, el cachondeo y alguna referencia a la edad muy poco agradable.

La cuestión es que con el dinero sobrante de la comida quedaron en comprar un décimo de lotería, o de los euromillones o de Primitiva. Pero no todos fuimos a la comida. Por lo tanto, no todos pusimos dinero. Así es que cuando hoy han puesto la foto del boleto en el whasap del grupo, ha cundido el desasosiego. Porque, a ver ¿Y si toca? No va a tocar, ya lo sé, pero ¿y si toca? ¿Qué hacemos? ¿Unos amigos riquísimos y otros pobrísimos? ¿Unos comerán angulas en Navidad y otros morcilla? ¿Unos irán de vacaciones a Laponia y otros a Murcia? ¿Unos tendrán casoplones y otros pisitos normales? Eso no puede ser, se destruiría nuestra amistad. Surgirían las envidias, las intrigas y las luchas, y el poblachón se convertiría en una especie de Falcon Crest sin viñedos.

Así es que Carolo ha abierto el fuego: «compro un euromillón de 2,50, lo comparto aquí y participo en el vuestro». Ha seguido Carlos, «y yo». Ha seguido Susana, y luego Angeles, y luego Ana, y por medio yo, que no había puesto dinero. Y de pronto, empiezan a surgir las dudas. Ustedes no saben lo complicado que es comprar estas cosas. Que si hay un sorteo y luego el número vale para otro día, que si el día elegido no se puede comprar si no se compran los anteriores, que si yo voy mañana que hoy ando mal de tiempo, que si yo he dado 10 euros y la lotera me ha dado esto (foto), que si no me dejan entrar al perro donde la lotería, que si se puede compulsar el boleto, que por Internet es cómodo pero te enteras menos y peor, que yo he cogido Primitiva y que vale ¿no?, que compres en un comercio de barrio con intermediarios, que me dejes, que para qué quieres compulsar, que qué hay que hacer, que estas son las condiciones legales y las escribo porque estoy precisamente defendiendo un caso similar, que ya no vuelvo a ir porque no me dejan entrar al perro, que qué es compulsar, y así todo, porque nadie tenía ni idea. En el furor del momento «ludopatía para dummies», han circulado varios pantallazos con las instrucciones del euromillón que por supuesto nadie se ha leído. Todo para llegar a la conclusión de que somos una pandilla poco jugadora.

En fin, el día 5 seguiremos siendo igual de ricos, casi con seguridad. Y si toca algo será poco, y en ese caso lo normal será que nos lo bebamos y, también casi con seguridad, sigamos sin saber muy bien a qué coño hemos jugado.