Violencia de género y elefantes

La llamada violencia de género ha entrado en campaña con la frivolidad, la demagogia y el trasiego de brochazos a los que nos tienen tan acostumbrados los políticos, esos seres que suelen tener razón cuando están callados. La violencia de género, sí, eso que algunos llaman violencia doméstica, lo que es un oxímoron en toda regla. Todo viene a cuento de una propuesta de Ciudadanos para eliminar la discriminación que supone que la pena para este tipo de delitos sea mayor si el agresor es un hombre, algo con lo que yo estoy muy de acuerdo con Ciudadanos. La algarabía procede, como suele ser costumbre, de coger el rábano por las hojas, y de paso, manipular todo lo que se pueda para obtener un puñado de votos. O sea, lo del tonto, el dedo y la luna.

Yo creo que la condición de bestia no tiene género, y la de víctima tampoco. Quiero decir que lo que hay que combatir es la violencia, no el sexo del agresor. El tipo que pega a una mujer también pegará a un niño, a un anciano y a un gatito. Pegará a aquellos que no pueden defenderse con sus mismas armas y en su mismo territorio, a aquellos que no pueden escapar de su tiranía. Sus armas son el bofetón, la cuchillada y el grito, y su territorio es la impunidad. Cuando se resuelven los conflictos a bofetadas, me parece que hay que fijarse en el carácter, no en la entrepierna. Primero se es bruto y luego se es varón, no al revés.

Matar a una mujer que no puede defenderse o que no puede escapar es como matar a un hombre que no puede defenderse o que no puede escapar. Y ya. En este sentido, una ley que impone una pena mayor para el mismo delito en función del sexo del delincuente me parece algo evidentemente injusto a poco que sepamos leer y sin necesidad de haber estudiado Derecho. Yo tengo la sensación de que delante de nuestras narices está pasando un elefante y no lo vemos, entretenidos por el griterío de la palabrería facilona, la manipulación, el sensacionalismo y una corrección política que sólo puede traer falsedad e ineptitud.

Me parece un error enfocar este asunto como una batalla del feminismo, no digamos usarlo como bate electoral. Y me parece un error porque provoca unas distracciones que no convienen en un asunto tan grave. Es verdad que la mayoría de las víctimas son mujeres, pero eso es como el cáncer de mama, que se da con mayor frecuencia entre las mujeres pero no es exclusivo de ellas.  Señalar a todos los hombres como potenciales agresores, o aceptar que un asesinato cometido por una mujer es menos asesinato es un disparate indefendible y no alcanzo a comprender como un engendro de esa magnitud ha podido aprobarse en el parlamento de un país europeo.

Decía más arriba que el territorio en el que operan los maltratadores es el de la impunidad. La impunidad que no puede evitar el más débil, que no puede escapar ni defenderse, y la impunidad que le ofrece un Estado que no es capaz de mantenerlos separados de una sociedad en la que claramente no deben vivir y que dispone leyes que empeoran los derechos de todos. Esto es lo que se debería debatir si quieren hablar del problema. El resto, amigos, son juegos florales.

Y mientras tanto, el elefante sigue ahí, tan feliz como el primer día. Me invade la melancolía.