A cien millas de Manhattan, de Guillermo Fesser

A cien millas de ManhattanDía primero de mes y un nuevo libro del club de lectura, cuya lista de este año se está haciendo realmente interminable. En esta ocasión, A cien millas de Manhattan, un libro en el que Guillermo Fesser hace un diario de su vida en Rheinbeck, un pueblecito de Nueva York. Allí se va con su familia a vivir en 2002, y nos cuenta lo que le parece curioso o lo que cree interesante que sepamos de la sociedad y de la vida en América.

Diré que empecé el libro con mucho optimismo, porque yo oía sus crónicas en Onda Cero y me gustaban mucho. No las calificaría como interesantísimas y memorables, y si me perdía alguna tampoco iba a buscarlas con avidez a la lista de podcast, pero siempre me parecía que contaba cosas curiosas y con gracia. El libro no es lo mismo, o tal vez sí: crónicas periodísticas de relleno y poco más.

Fesser empieza su libro en agosto y divide los capítulos en meses. Yo he llegado a mayo, y ahí ya he abandonado, en el 63%, cansada de coger el Kindle como si levantara una losa de veinte kilos, harta de encenderlo suspirando, sin el menor interés y ninguna motivación por saber qué es lo siguiente que me iba a contar este hombre. Porque aparte de presentarnos las vidas de sus anodinos vecinos, el frío que hace, cómo y por qué quita la nieve del tejado, sus conversacones con el barbero y su incomprensible devoción por las calderas de vapor de Nueva York, el libro es una crónica que si te la cuentan de tu pueblo tiras el kindle por la ventana. Pero Fesser, en modo «salí del pueblo por primera vez y hay que ver la de cosas que vi», nos hace un relato asombrado para que nos asombremos. Oh, cómo se hace la crema de arce; oh, a qué sabe la carne de bisonte; oh, en qué momento comen pan los americanos; oh, de qué forma distribuyen sus comidas; oh, qué calor hace en los apartamentos de Nueva York; oh, qué curiosos son los funerales. Crónicas periodísticas que son como esos sorbetes que te tomas entre platos para no confundir sabores.

Y por otra parte, siendo Fesser la mitad de Gomaespuma, uno esperaría un libro divertido, pero tampoco. Las anécdotas están contadas con el envaramiento del que está haciendo crónica, y sólo me ha hecho reír un poquito cuando nos cuenta la cascada de decisiones en que se convierte pedir una hamburguesa en un restaurante, como si eso no sucediera en muchos restaurantes de Madrid o como si la idea no estuviera más que trillada. Y digo esto porque es lo que se me viene a la cabeza ahora, porque ya se me han olvidado la mitad de las anécdotas y cosas hay escritas en el libro.

En fin, un libro irrelevante escrito a partir de experiencias y asuntos también irrelevantes que ya te han contado, o ya has vivido, o que has leído, o que conoces no sabes por qué, y que si no conoces, o no lo has leído o vivido es tal vez porque no merece ninguna de las tres cosas. Ni es un libro de viajes, ni es un libro explicativo de una sociedad, ni es un libro de divulgación, ni es un diario, ni es nada. Agua, y del grifo.

De todos modos, pueden leer otras opiniones sobre el libro, como siempre, en La mesa cero del BlascoDelenda est CarthagoLa originalidad perdida y en el blog del club, en el que encontrarán la opinión de Bichejo. A ver si ahí les convencen para leer este libro. Por mi parte, yo les recomiendo que se busquen otra cosa para distraerse.