La noche en que Frankenstein leyó el Quijote, de Santiago Posteguillo

La noche que Frankenstein... posteguilloDía primero de mes, y toca hablar del libro del Club de Lectura. Un libro que tiene un título que da muchísima pereza, y un autor bajo sospecha, porque este señor se dedica fundamentalmente a la novela histórica, que no es precisamente el santo de mi devoción. Para colmo, su trilogía más conocida está dedicada a Escipión el Africano, y yo soy fan de Anibal de toda la vida. Sin embargo, el libro me ha parecido distraído, no crean. Es un libro escrito para que te enteres de cosas, mitad divulgativo, mitad anecdotario, que no sirve para soñar, ni tampoco para deleitarte con la prosa que gasta (este hombre no gasta prosa, la emplea), pero con el que pasas un rato agradable.

Las anécdotas e historietas que nos cuenta Posteguillo, a través de capítulos muy cortos, tienen como punto en común la literatura, los libros y los autores. Asuntos poco conocidos o no conocidos en absoluto que resultan curiosos en muchos casos. El capítulo que da título al libro se refiere a que la autora de Frankenstein, Mary Shelley, era una apasionada de El Quijote, y cuenta cómo y por qué deja ver su influencia en la obra.  También nos cuenta cuándo se usó el orden alfabético por primera vez, en la biblioteca de Alejandría, o novela la entrega del Lazarillo de Tormes al editor, poco antes de la creación del indice de libros prohibidos de la Iglesia, lugar en el que ingresó casi de inmediato; se hace eco de la cantidad de literatos que ha dado Dublín al mundo; pone en duda la autoría de las obras de Shakespeare y el recurso a usar negros de Alejandro Dumas; cuenta de forma sucinta la historia del autor de Ivanhoe, o cómo Sherlock Holmes fue «resucitado» a petición de los lectores. También explica la torpeza de España a la hora de presentar y promocionar a sus autores para el Nobel, o recuerda el discurso de entrada a la Academia de Zorrilla, integramente en verso. Nos habla de Solzhenitsyn, de Dostoievski, de Rosalía de Castro, de Jane Austen, de Dickens, y hasta de Rowling. En fin, cositas curiosas.

No creo que me aficione yo a este autor, porque utiliza un tonillo novelero y de intriga un poco infantiloide y fuera de lugar para contarte las anécdotas que ha elegido. Por ejemplo, te cuenta el paso de Raymond por la segunda guerra mundial, así todo muy dramático, llamándole Raymond, como si fuera el protagonista de alguna ficción, hasta que al final desvela (oh) que se trata de Chandler. Pero es que hace lo mismo en casi todas las historias, y la técnica, por repetitiva, resulta un poco pastosa y falta de originalidad. Probablemente, se debe a que este libro es un refrito de artículos del autor en el periódico Las Provincias. Probablemente…

En fin, un libro distraído y poco más. Como siempre, tenéis otras opiniones sobre este mismo libro en La mesa cero del BlascoDelenda est CarthagoLa originalidad perdida y en el blog de Bichejo. También hablaremos del libro en el próximo podcast al que podéis acceder a través del botón de la derecha.