Una votación normal

gloria MadridLo extraordinario hoy no estaba en la tierra, sino en el cielo de Madrid. Pero abren los telediarios diciendo lo de siempre: «jornada de elecciones en la que hay que resaltar la normalidad y la ausencia de incidentes». Luego también se dirá la imbecilidad esa de «la fiesta de la democracia» y lugares comunes muy del gusto de quién, en realidad, no tiene nada que decir. Pero lo que más me molesta es lo de la «normalidad». Pues claro. ¿Qué se creen que es esto? ¿Somalia?

La vida real, el mundo real, las relaciones reales, lo cotidiano de nuestras vidas no son las tertulias, ni los parlamentos, ni el tuiter. La normalidad del mundo en el que vivo – al menos mi mundo – es que cada uno piense lo que quiera y vote lo que quiera. Y cualquiera que vaya a un colegio electoral sin una cámara en la mano, ni con el objetivo de colocar un mensaje y que le graben, ni con el cerebro podrido de consignas y de instrucciones políticas, aquel que vaya sin otro interés que el de votar se dará cuenta de que la democracia y la tolerancia está mucho más y mejor instalada en la vida real que en ese teatro de marionetas que es el parlamento, y sobre todo las tertulias. La tolerancia y el dejar vivir es más real en nuestra sociedad que el griterío del tuiter, de las televisiones comerciales en la que lo mismo da una pedorra que un político, o que esas manifestaciones de cuatro gatos gritando por sus habichuelas y sus propios intereses (nunca por el cocido o por los intereses de los demás, no se engañen).

Nunca llevo la papeleta de casa y nunca me he metido en una cabina, en la que por cierto, nunca he visto a nadie meterse. Las papeletas están ahí, a la vista. No veo a nadie coger varias para disimular el voto, y tampoco veo a nadie fijarse en lo que cogen los demás. Llegas, miras a ver dónde está aquella papeleta con el candidato al que has decidido votar, la coges con naturalidad y ya en la cola la metes en el sobre. Y claro que no pasa nada, faltaría más. No hay vergüenza, no hay miedo, no hay prevención de ningún tipo, no hay coacción. Aunque siempre he pensado que si alguien me dijera algo por la papeleta que cojo, la que terminaría en comisaría sería yo porque le haría comerse un zapato, sin quitarle los cordones. Pero no ha habido caso, ni lo espero.

Hay barullo, sí, pero civilizado. Sólo faltaba. La gente se cede el paso, el anciano con el andador, el padre empujando el carrito del niño, la señora en silla de ruedas ayudada por quien parece su hija, perdone, me permite, como en cualquier lugar con  mucha afluencia en la que todos van a lo mismo. En donde, sin consignas, entendemos que habrá que esperar, habrá que ceder, y habrá que intentar no estorbar. En mi caso, además de todo, tengo que darme prisa, porque Curra está ahí fuera esperando.

Naturalidad, normalidad, lo natural, lo normal.  Pues claro. Como en todas las elecciones. Y estas no son tan diferentes.

Lo extraordinario en Madrid hoy no estaba en la tierra sino en el cielo. Mañana ya veremos, pero ya será otro día.

 

2 comentarios en “Una votación normal

  1. En mi colegio sí que fue extraordinario, Carmen: siempre arrasa el PP, pero esta vez vi que la gente cogía papeletas de todos los partidos, incluido el Partido contra el Maltrato Animal.

    Y, sí, gran día en el cielo, primero claro, luego cubierto, como si Alguien se entristeciera por lo que pasaba.

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