Soumission, de Michel Houellebecq

SoumissionFrancia, 2022, elecciones presidenciales. Los dos partidos que se han ido alternando en el poder, la UMP y el Partido Socialista, son derrotados por el Frente Nacional de Marine Le Pen y por un imaginario partido de la Fraternidad Musulmana, liderado por un «enarca/polytechnicien» disfrazado de hombre humilde y beatífico amigo de los pobres llamado Mohamed Ben Abbes. En la segunda vuelta, los dos partidos tradicionales se alían con el partido islamista para frenar al Frente Nacional… y lo consiguen. El partido islamista consigue la presidencia de la república et voilà el escalofrío.

Un escalofrío contado sin que se note que es un escalofrío. Un escalofrío amortiguado por el comportamiento del protagonista, François, un profesor de universidad especializado en la obra de Joris-Karl Huysmans, autor francés del siglo pasado, pesimista, decimonónico y convertido al catolicismo casi por desesperación. El profesor, un hombre entrado en la cuarentena y con tendencias depresivas, un pelele social y un ignorante político, asiste confuso e inerme a este cambio político que conllevará necesariamente un cambio cultural y social, mientras se hace preguntas que prefiere no contestar, encerrado en sus propios pensamientos y huyendo permanentemente a la obra de Huysmans, que es lo único que le interesa y le conmueve, porque es lo único que considera seguro.

Habrán oído y leído sobre esta novela, cuyo lanzamiento coincidió con los atentados de Charlie Hebdo, aunque ya antes había provocado la polémica. Houellebecq, amigo de uno de los asesinados, suspendió la promoción del libro y huyó a la montaña, no sabría yo decir si por miedo, por pena o por vergüenza.  Poco importa. La mayoría de los libros polémicos sólo se conocen por su portada y por lo que hayan querido contar tres periodistas, en general más interesados en la animación del escándalo que en el análisis de la realidad.

Y ahora, sobre lo que es este libro, vayamos por partes. Literariamente, se trata de una novela escrita en primera persona, una distopía muy en la línea de Houellebecq, hombre convencido de la decadencia de la sociedad y que se refleja en la propia decadencia de sus personajes, en este caso su protagonista, un hombre en la cuarentena sin motivos para vivir, sin ningún aliciente más allá de las típicas porquerías pretendidamente eróticas que Houellebecq nos describe, como siempre, con una intención assez dégoûtant, mucho más cuando te imaginas al protagonista con el aspecto del autor.

Sobre la distopía en sí, el libro trata de una fabulación, casi una fábula, en la que se mezcla realidad y ficción, y por eso el escenario que plantea no es impensable. Pero algo que no es impensable no se convierte en creíble. Y aquí es donde llega la crítica digamos «política» al libro de Houellebecq, y donde se despierta la polémica. Veamos.

El Partido Islamista del libro no aparece de pronto ni por casualidad. En la mente de Houellebecq, este partido nace y crece a través del establecimiento de una red densa de movimientos juveniles, organizaciones culturales y asociaciones caritativas en las que encuentra un caldo de cultivo que excede lo confesional, y que se expande en el resto de las clases sociales más deprimida económicamente e incultas aunque no sean religiosas. Yo aquí opondría que el análisis no parece correcto, porque el Frente Nacional, por más que se la tache de extrema derecha, no nace precisamente en salones, palacios, y consejos de administración, sino que su electorado es obrero e industrial, y el crecimiento de este electorado toma el estandarte del rechazo a la inmigración, que accede a trabajos de baja cualificación. Así es que lo que es válido como expansión para Marruecos no lo es para Francia. Claro que esto es sólo mi opinión, pero me resulta muy burdo como planteamiento, me resulta políticamente muy de brocha gorda.

La crítica a los partidos tradicionales es feroz, por cuanto los pinta como meros monigotes cuyo único valor reconocible es que «lo que pasa, conviene». Y aquí también yo pondría unos límites. No es la primera vez que el Frente Nacional llega a la segunda vuelta de las presidenciales. Les sucedió en 2002. Y la alianza de todos contra el FN se realizó alrededor de Jacques Chirac. No se pueden mezclar los trapos con las toallas, aunque yo pueda estar de acuerdo con el análisis de fondo que dice que todo lo malo que traen los extremismos (y de malo traen todo) proviene de la miopía y de la falta de regeneración y de sentido común de los partidos tradicionales. Pero incluso aquí hay una falta de sutileza que chirría un poco.

Dejo para el final la acusación que le hacen a Houellebecq de islamofobia y de ser un quintacolumnista de Le Pen, es decir, el trasfondo de la novela. Por lo visto, hay cosas que no gustan, y preferimos calificarlo de fobia. El autor nos describe un partido islámico «moderado». Moderado, pero confesional. Moderado, pero islámico. Y llegan al poder y crean escuelas confesionales con segregación de sexos, para que las niñas dejen la escuela en primaria, a los 12 años, y poder orientarlas hacia una «educación del hogar»; una universidad pública islámica, en la que los profesores son obligados a convertirse o a jubilarse anticipadamente, y en donde es obligatorio el estudio del corán. La mujer sale en masa del mercado laboral, por el método de aumentar una enormidad las ayudas del estado a las mujeres que se quedan en casa cuidando a los niños, con lo que baja el paro automáticamente. Se legaliza la poligamia, naturalmente sólo para los varones, con un fin de aumentar la procreación y de mejorar la selección natural; se cambia la geopolítica para incorporar a los países musulmanes del arco mediterráneo, entran los petrodólares saudíes a espuertas, los judíos tienen que emigrar a Israel; vuelven las faldas largas, las modas discretas, naturalmente el velo, para mantener una sociedad en calma… O sea, una sociedad retrógrada y sumisa, en la que la sumisión empieza por las élites universitarias, una perfecta pesadilla que, aunque me lo vendan desde la moderación, me pone los pelos de punta mucho más que si me dijeran que vienen los extraterrestres a sacarme la sangre, en plan La guerra de los mundos. Si pensar que eso es una horror de sociedad me convierte en islamofóbica pues será que lo soy. Oigan, y tan honrada que me siento.

Al protagonista de la novela no parece que le disguste del todo este modelo de sociedad sumisa y lógicamente tiránica. El libro está escrito en primera persona y François describe los cambios pero también los justifica con teorías como el distribucionismo, la practicidad económica y la decadencia de las civilizaciones e incluso con la doctrina católica. Es decir, lo hace plausible y hasta sensato, lo sintetiza en una píldora que se puede tragar sin demasiado esfuerzo. Parece decirnos «oye, pues igual no es una mala idea esto de una Europa musulmana«. También es cierto que su protagonista es un misógino y un depresivo, pero ese fondo de «bah, tampoco sería para tanto, el islamismo tiene sus ventajas» irrita. Irrita y asusta. Y es aquí donde se entiende la inteligencia del autor, que nos sirve el infierno en un bonito papel de ventajas, aunque esas ventajas solo lo sean para los varones y para los sumisos. ¿Islamófobo? Bueno, es lo que hay, porque el paraíso musulmán es lo que es. La culpa, en todo caso, no es de Houellebecq por imaginarlo, sino de los indecentes que disfrazan un modelo de sociedad iraní en Europa para venderlo como civilización de progreso.

En fin, el libro tiene algún que otro momento de bajón, en especial unas 15 páginas ya hacia el final del libro, y básicamente cuando el autor empieza con sus digresiones sobre Huysmans, que es un autor que yo no conozco de nada. Pero yo recomiendo su lectura, desde luego, aunque más por lo que tiene de trasfondo ideológico que de novela en sí. Parece que en otoño llegará traducido a España, así es que si no pueden permitírselo en francés, tendrán que esperar.

4 comentarios en “Soumission, de Michel Houellebecq

  1. Un día tendrías que escribir sobre lo «laico» versus lo «aconfesional» amiga Carmen. Y sobre todo tú que conoces tanto la república vecina y la monarquía de nuestro Reino.

    Buen Domingo.

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