Cadena perpetua

Sandra Palo era una madrileña de 22 años con una discapacidad intelectual. Una tarde, cuando volvía de tomarse unas cervezas con unos compañeros del taller ocupacional al que acudía y mientras esperaba el autobús con su ex-novio, cuatro individuos los obligaron a subirse a un coche a punta de navaja. Al novio lo soltaron, pero a Sandra la obligaron a permanecer en el coche. La llevaron hasta un descampado y la violaron repetidamente los cuatro. Cuando terminaron con esta primera tortura, Sandra se levantó a duras penas e intentó huir. Entonces la jauría, dicen que para que no pudiera delatarlos, la pegó con un palo en la cabeza con ánimo de matarla y la dejó medio inconsciente. Ahí no quedó la cosa, porque aún cogieron el coche y la atropellaron en varias ocasiones. Sandra agonizaba, pero aun le quedaba algo de vida. Así es que estos cuatro bestias, antes de abandonar definitivamente aquel descampado, tuvieron el cuajo de acercarse a una gasolinera, llenar una garrafa de gasolina y volver para quemarla viva.

Esta información la he sacado de la wikipedia y no he querido rebuscar más. El caso de Sandra Palo es de sobra conocido, pero vale la pena recordarlo, escribirlo para obligaros a leerlo y no enlazarlo y arriesgar a que os falle la memoria, arriesgar a que vayáis con poco tiempo y os saltéis el enlace. Aunque me tiemblen las manos mientras lo escribo y tenga un nudo en la garganta. Aunque se me revuelva el alma sólo de pensar en la agonía de aquella chiquilla, en su sufrimiento. Aunque me venga a la cabeza la imagen de esa pobre madre que pena por despachos, televisiones, periódicos y redes sociales, cada vez más exhausta, pidiendo que esos bestias no puedan seguir paseándose por la calle. Porque tres de esos cuatro están ya en la calle. Se les aplicó la ley del menor (para violar y matar no lo eran) y siguen delinquiendo impunemente. Asociación para delinquir, robos con violencia, atracos a punta de navaja. Y volverán a matar y a violar tarde o temprano, solos o en manada, yo no tengo dudas porque esto que hicieron no fue una gamberrada de jóvenes adolescentes.

Podría también contarles el caso de Pablo García Ribado, un hijo de satanás que violó a 74 (setenta y cuatro) mujeres, al que soltaron después de 17 años y que un año después volvió a la carcel por nuevos abusos. O el de Pedro Luis Gallego, condenado en el 87 a 10 años de carcel después de varias violaciones, que cumplió tan sólo 5 y que al salir mató a dos muchachas, una de 18 años y otra de 22, además de violar a varias mujeres más. O José María Real López, condenado por matar a una niña de 9 años en un permiso penitenciario, y que cumplía condena por violar a otra criatura de 11. Todos están sueltos, hasta la siguiente atrocidad. Hay muchísimos más casos de este tipo, búsquenlos si quieren en la red que a mí ya me da asco. Y sin buscarlo en internet, si atienden a los casos que salen en los periódicos sobre salvajadas de locos así, se encontrarán en no pocas ocasiones a un reincidente, a alguien que ya apuntaba maneras. Gente anormal que no puede vivir en sociedad.

Conozco los argumentos, las frases comunes que se oponen a la existencia de la cadena perpetua. A veces van acompañados de buenos sentimientos, sinceros unas veces, postureo y consignas manidas otras, brochazos que impiden separar con precisión el grano de la paja. A mí tampoco me faltan los buenos sentimientos, y me encuentro entre los que piensan que con la venganza no se llega muy lejos. Entiendo el odio como una explosión, como cuando se descorcha una botella de agua con gas, pero no como una forma de razonamiento o como una pauta de la voluntad. No me parece práctico, y lo dejamos ahí. Pero no estoy hablando ni de venganza, ni de odio, y, en el límite, tampoco de justicia. Estoy hablando de evitar el crimen cuando se puede.

La pena de cárcel se puede entender como un castigo, como una forma de reeducación o como una advertencia con fines disuasorios. Sin embargo, la cadena perpetua yo no la entiendo como un alargamiento de la pena de carcel, aunque técnicamente lo sea. Para mí la cadena perpetua es una medida preventiva. Profiláctica, si prefieren. Higiénica. Porque del mismo modo que se recoge la basura y se entierran los cadáveres para evitar epidemias, hay gente a la que hay que separar de la sociedad para que no maten o para, algo peor, destrocen un montón de vidas. Se trata de protección, simplemente. Se trata de protegernos de bestias: a nadie se le ocurre soltar a un tigre hambriento en la Puerta del sol. Y hay personas que hacen infinitamente más daño que un tigre hambriento.

Los violadores, los pederastas, los asesinos en serie, los terroristas capaces de poner una mochila con bombas en un tren por la mañana no pueden tener una segunda oportunidad. No hablo de lo que ellos merecen, sino del riesgo que me piden que yo asuma. Creo que antes de darles a ellos una segunda oportunidad hay que dar una primera a las siguientes víctimas, que las habrá. Para uno que se rehabilita, hay diez ó más que reinciden. Yo no quiero asumir el riesgo de, para poder soltar al aparentemente rehabilitado, dejar en la calle a muchísimas más bestias porque me parece que es como jugar a la ruleta rusa. El riesgo de jugar a esa ruleta no es si cae la bala en el tambor. El riesgo es que la cabeza la ponen tus hijos en el parque, tú cuando vuelves a casa sola, tu hija cuando sale con unos amigos y espera el autobús, tu madre anciana cuando abre la puerta a un desconocido o tú mismo cuando te montas en el metro. Lo que me lleva a pedir que se legisle e instaure la cadena perpetua para determinados casos no es indignación, ni venganza, ni odio. Es un simple cálculo.

Se me dirá que son enfermos. Pues bien, que los encierren en un manicomio con todas las comodidades después de juzgarlos con todas las garantías. Pago mis impuestos, no me importa que lo gasten si quieren en hoteles de lujo para esas alimañas, pero que los retiren de la calle. Literalmente, que los encierren y tiren la llave. Ya sé que no se pueden evitar todos los crímenes terribles que suceden cada día, pero hay algunos que sí podemos evitar.

Pero estad tranquilos los que leéis horrorizados y llenos de escándalo este post tan fascista y tan de derechas: no habrá cadena perpetua. No la instauran en caliente y mucho menos legislarán en frío, cuando se trasiegan votos y titulares de periódicos manipulados para el trasiego de votos. Dirán que si revisable, dirán que si el preso que estudie o barra las letrinas de la cárcel puede salir los fines de semana a merendar, hablarán de los derechos humanos del preso al que confundirán alevosamente con el resto de los seres humano. Pondrán 30 años que seguirán convirtiéndose en 10 por estudiar la vida de los pájaros. Por lo visto, hay riesgos que sí pueden asumir y se olvidarán de proteger a la sociedad, a la que adormecen con programas repugnantes y telediarios en los que se mejora el share con las brutalidades de estos bestias.

Y tú cuídate solo. Es lo que hay.