Nunca me ha tocado la lotería. Alguna pedrea, una vez que ya conté por aquí y otra jugando con mi amiga Sonia, que se alegró mucho más que yo porque se había olvidado de que jugábamos juntas un décimo. Tampoco juego mucho, la verdad. Es más, yo diría que sólo juego en Navidad al número de la oficina, al de los amigos y otro que juego con mi madre. Alguna participación que me venden y poco más.
¿Qué haría yo si me tocara la lotería? Pues no lo sé. Un décimo son 400.000 euros, que es un dinero, oigan. Y aunque después de impuestos se queda la cosa en 320.000, yo hay meses que no lo gasto. Lo que es seguro es que me pensaría mucho qué hacer con todo eso. Y lo que es seguro también es que no haría algunas cosas. Veamos.
Desde luego, no iría a la administración de lotería a darle un abrazo al lotero. Vamos, ni se me pasaría por la mente. No consigo entender, cuando lo veo por la tele, a toda esa gente que va allí a darse besos y abrazos con una botella de sidra y, en no pocas ocasiones, con la lagartijera ya cogida, a dar vítores y oés oés oés a la tele. Es más: yo creo que la mayoría no son ganadores y que están allí para echarse un buchito gratis. Y para salir en la tele, que eso a la peña le encanta.
Desde luego, no diría eso de «usarlo para tapar agujeros«. No estoy diciendo que no pagaría lo que me queda de hipoteca con ese dinero, sino que no diría lo de los agujeros. Qué horror.
No me compraría un coche. Me parece la peor inversión que existe, aparte de un despilfarro.
No me iría de viaje a Nueva York. O no de inmediato. Quiero decir, lo descartaría como efecto.
No lloraría. Ni gritaría. Tampoco me veo poniéndome muy nerviosa. Me veo más diciendo «Juer…» y riéndome, eso sí.
Ni se me pasaría por la mente tener ese décimo más de un día en mi casa. Ya no digamos irme a la calle con él a enseñarlo por la televisión.
No me lo callaría, sino que se lo diría a mis amigos. Aunque me costara unas cañas.
No lo dedicaría a gastarlo en caprichos. Tengo caprichos, claro. Pero eso, ya los tengo.
No me compraría una casa.
No dejaría de trabajar.
No me arruinaría.
Yo no sé ustedes, pero yo sé lo que haría con 320.000 euros. O sí lo sé, pero ya el post se va haciendo largo. Quizá se lo cuente otro día.