La hormiga laboriosa y el humano compasivo

Esta es la secuencia de los hechos:

Una hormiga encuentra un enorme trozo de comida y decide llevárselo a su hormiguero. Estamos en verano y, como todo el mundo sabe, ésta es la época en la que las hormigas aprovechan para aprovisionarse de víveres y así pasar el largo y duro invierno, que para cualquier hormiga previsora es igual de largo pero menos duro que para cualquier cigarra descuidada, tal y como nos enseñó La Fontaine.

Un humano que pasaba por ahí decide grabarlo y observa cómo la hormiga trata de encontrar un hueco por el que traspasar una barrera aparentemente infranqueable. El humano, movido por la compasión y con ganas de ayudar, decide echarle una mano a la hormiga. Sin embargo, el humano no contaba con ciertos condicionantes meteorológicos así como otros elementos de ambientación inoportunos , tales como un pelo. Sí, un pelo fosco, largo y duro, como de perro.

Y esto es lo que pasó (dentro vídeo).

 

El humano, ya fuera de cámara, y una vez que la hormiga había desaparecido de su campo de visión, descartó el  dramático (a la vez que descriptivo) «¡A tomar viento la hormiga!». Tampoco quiso lamentarse con un melancólico (y también descriptivo) «¡No lo ha logrado por un pelo!». En su lugar, realizó un comentario sin duda más flemático (y no menos menos descriptivo): «¡Yo no mandé mi brazo a luchar contra los elementos!».

En fin, la hormiga nunca apareció. El trozo de comida fue barrido poco después y el humano decidió no volver a inmiscuirse en los asuntos de las hormigas. ¿Moraleja? Pues saquen vds sus propias conclusiones, que yo todavía ando con remordimientos.

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