A un blog hay que darle de comer, que si no se vuelve flaquito, amarillea y muere. Y no es una muerte romántica. Sólo las muertes abruptas lo son, y no siempre. Y así un blog que se cierra, se borra o se termina de forma radical, se pasea por la web como un zombi, como un walking dead (esta idea última, la del zombi, no es mía, pero ahora no consigo recordar de quién es para agradecerle la inspiración).
Pero sea como sea, el blog no se acaba nunca. Mientras un libro se gesta con el propósito de acabarse, y es entonces cuando empieza a vivir, el blog sólo vive si no se acaba nunca. El blog es un formato de escritura en permanente gestación. O sea, mal comparado, el blog es como un gusano y el libro, como una mariposa. La crisálida, que tiene toda la pinta de ser un acto íntimo y que te lleva a la estantería del librero, sólo se produce para devenir en mariposa. Y hay algunas mariposas que sobreviven eternamente, porque se cazan y se conservan entre los coleccionistas, o se fotografían, o se reseñan, o se comentan, o se guardan en la retina de tal forma que nunca se escapan de la memoria. Pero un gusano ¿Quién va a querer recordar a un gusano?
Así es que el blog es un arte menor, un recurso de los que encuentran que la escritura es un hobby, o un descargadero emocional, o creativo, o una simple gamberrada con la que divertirse, o distraerse, o divagar. El talento no es imprescindible. Tampoco la ambición. Este blog lleva 760 entradas publicadas y eso son un montón de palabras, de frases, de asuntos tratados. Pero ni es un libro ni puede serlo: es un gusanito que va por ahí reptando, pin, pin, y que no llegará muy lejos. Sin vocación de crisálida, ya me contarán.
Desde luego, hay quien lo edita, lo encuaderna – no sé si éste es el buen orden – y saca un libro con las entradas de un blog, pero eso son carambolas creativas, o hallazgos rebosantes de practicidad: el gusanito ha sufrido una metamorfosis inesperada y ahora, convertido en mariposa, vuela por su cuenta. Fuera de estos casos, no tan corrientes como parecen, no hay metamorfosis posible. Blog y libro son dos ejercicios muy distintos, porque no es igual nacer de una crisálida que estar abocado a ella.
Por cierto, que gusano y oruga son palabras feas, y sin embargo crisálida es una bellísima palabra, esplendorosa, emocionante, brillante, aunque el objeto que describe es tirando a feísimo. Puede ser debido a su esdrujulez, y ya se sabe que las palabras esdrújulas son la casta noble del diccionario. Oruga rima con lechuga, y con madruga, y con verruga y con Beluga. Crisálida no rima con nada, que para eso es noble. Pero divago, que diría mi querida Di desde Londinium.
Hay blogs potentes, lozanos, gorditos y rollizos, frescos, que se actualizan con el ritmo justo. Notas su vitalidad, notas el músculo del bloguero, su alegría, su ilusión, su juventud incluso cuando el blog ya está maduro, que la madurez de un blog le llega a los dos o tres años. Esto es porque el blog está bien alimentado: dieta variada, equilibrada y sana de mente y espíritu. Otras veces el blog vive del esfuerzo, lo mantiene la rutina, es como una carga, una piedra que se va arrastrando, y percibes el cansancio del bloguero y el blog tiene grasa, está bajo de forma, tiene aspecto lorcero, tez ceniza y falta de aseo. Pero ahí están, vivos. Eso es porque les dan de comer. Mal o bien, pero comen. Y tu esperas que el bloguero se dé una ducha, y duerma un poco y recobre la frescura. La frescura de la lechuga, o de la hoja de morera, alimento preferido de los gusanitos de seda que quizá no salgan nunca de su crisálida, aunque lleguen a ella.
Si no me siguen, vuelvan a leer a ver si tienen suerte, que yo doy el post por acabado. Eso sí: eviten darme la tabarra con las aclaraciones de biología correspondiente. Este post no tiene la menor importancia y sería mucho arroz para tan poco pollo.