No soy una persona particularmente miedosa, pero sí me dan miedo las películas y los libros de miedo. Hay quien disfruta con el género, sea porque tienen un reptiliano poco activo y el subidón de adrenalina les hace mucho bien, o sea porque tienen capacidad para no olvidar que se trata de una simple ficción, y esos libros les hacen pasar un rato interesante. Pero a mí no me gusta pasar miedo, qué le vamos a hacer.
Naturalmente, no hay que confundir el miedo con la intriga o con el suspense, aunque vaya acompañado de sustillos, que tampoco me hacen ninguna gracia. Pero vamos, que no me molan nada las historias de fantasmas, ni de muertos vivientes llenos de moco por la cabeza, ni los cementerios a la luz de la luna, ni los fenómenos paranormales, ni los monstruos, ni la sangre, ni los libros de perturbados malévolos, ni los demonios, ni las sectas. Me es indiferente que el fantasma sea bueno: es un fantasma, y a mí los fantasmas me dan susto.
Hoy les comento el libro de Stephen King, Joyland, que es lo que hemos leído en el club de lectura. Después de la introducción, me dirán que cómo se me ocurre no vetar ese libro. No todos los libros de Stephen King son de miedo, me dijeron… Lo que puede ser verdad, casi tanto como que con éste he tenido mala puntería.
En fin, la historia sucede en una feria, Joyland, en la que ha habido un crimen hace algunos años. El escenario ya te pone los pelos de punta, porque las ferias son siniestras, como los circos antiguos: un asesino disfrazado de payaso es algo que pone los pelos de punta a cualquiera. Pero es que además, el fantasma de la asesinada va por ahí como alma en pena apareciéndose, tal vez porque el asesino se sabe que anda suelto, porque no lo pillaron… La primera mención que hacen de que hay un fantasma, yo iba leyendo en un tren que me traía de Córdoba. Envié un wasap al grupo de lectura:
– ¿EL LIBRO ES DE MIEDO????
– No, da miedo. Es de tensión.
– ¡¡¡Pero hay un fantasma!!! ¿Qué coño tensión?
– No es de miedo, miedo
– O sea, es de miedo.
Yo leo por las noches, antes de dormir, con mi casa en un silencio en el que sólo se oye el tictac del reloj de la cocina. Este libro lo he leído de día. Me levantaba pronto por las mañanas, le echaba 20 páginillas y luego me iba a trabajar, a que se me pasara el tembleque, no les digo más.
Por esto que digo no he disfrutado del libro. Me temía a cada momento que hubiera una aparición, o que saliera el asesino de debajo de una cama con un cuchillo, o un niño demoníaco, o cualquier cosa. Reconozco que tiene intriga y que se lee muy bien, y que te acaba pillando, pero no me merece la pena leer estas cosas. Tengo que decir, por otra parte que me ha gustado mucho cómo escribe Stephen King, con un fondo de sarcasmo muy de mi gusto.
En fin, si no os dan miedo estas cosas, leedlo, que os va a gustar. Tenéis, como cada primero de mes, otras reseñas de este libro en La mesa cero del Blasco, en La originalidad perdida, en Delenda est Carthago y en el blog de Bichejo. Y a lo largo del mes seguiremos hablando de él en el blog del Club de lectura.