Lo habrán visto alguna vez y seguramente les habrá pasado. Hablo de cuando van a aparcar su coche en la calle y se encuentran con un tipo o tipa que «está guardando el sitio» a alguien. Probablemente, ese alguien está a punto de llegar, o está dando vueltas para encontrar sitio. Ustedes hacen ademán de aparcar y entonces les dicen que no con la mano. ¿ya saben de lo que les hablo?Pues eso me ha pasado hoy a mí con un par de tipos de unos 50 ó 60 años en la misma puerta de mi casa.
Naturalmente, cuando me han dicho «no» con el brazo, yo he metido primera y he enfilado el coche. Y entonces me han gritado: «¡No, no, que estamos con un servicio de seguridad«. He parado y bajado la ventanilla : «¿Cómo que seguridad? ¿De quién? ¿Para quién?» La chulería mía tiene sus motivos. No hace mucho que la Sra. Fernández de la Vega cortaba la calle las mañanas que venía a la peluquería de enfrente. Y no es raro ver un coche oficial dos números más abajo que viene a recoger a los niños de un mindundi de la Comunidad de Madrid, por no hablar de un «really VIP» que vivía en el portal de al lado, muy discretamente, eso sí. Y estando como estoy hasta los cojones de tanto abuso, y viniendo como venía bastante cansada de la jornada, y pagando como pago mi tarjeta de aparcamiento, he decidido que a mí me llevaba presa la policía, pero que hasta aquí habíamos llegado. Y entonces me dice uno de los tipos «Es que estamos esperando a una ambulancia«. Y amigos: ante eso, una cede el sitio, por supuesto, como lo cedería cualquier persona normal.
Nada más dar la vuelta a la esquina he encontrado sitio sin problema, porque a estas horas no hay problema. Pero miren por donde, al deshacer lo andado e ir a entrar en mi casa, los he visto de nuevo. Ahí estaban los dos listillos y un chaval más joven sacando el papelito de la hora. Y muy tranquila, pero también muy seria, me he ido a por ellos:
– ¿Con que una ambulancia? Ya veo la ambulancia. ¿Necesita papelito la ambulancia?
– Mujer, no te enfades, es que es lo primero que se nos ha ocurrido... – me decía el del bigotito, sonriendo.
– No me enfado. ¿Tú me ves enfadada? – igual me veía enfadada… – Verás, ¿Sabes lo que pasa? Pues que si mañana de verdad una ambulancia lo necesita, yo no me lo voy a creer y le quitaré el sitio. Y entonces estás perjudicando a un enfermo, o a un viejecito, ya ves. Ese es el resultado de lo que has hecho tú hoy. Comportamientos como el tuyo hacen mucho daño al resto de la sociedad, no sé si te das cuenta.
– Es que mi hijo estaba a punto de llegar…– se encampana el otro, mientras el chaval no sabía bien dónde meterse.
– No, no, no, esa no es la cuestión. A mí me dices que estás esperando a tu hijo y a lo mejor me voy. Lo primero, es la mentira. Y sobre la mentira habéis puesto como excusa un servicio público necesario para los demás. Se trata de un comportamiento incívico. Eso no se hace.
– Bueno, discúlpame… – otra vez el del bigotito, sonriendo.
– Yo no te voy a disculpar. Yo he encontrado sitio enseguida. Pídete perdón a ti mismo, porque tendría que darte mucha vergüenza, mucha vergüenza, lo que has hecho.
Y entonces me he metido en la farmacia de al lado, porque me ha parecido mucho más digno y elegante que darme la vuelta. He pensado que así parecería que les abroncaba porque me pillaba de paso. Me he comprado unas juanolas.
Supongo que debía haber mirado a ver a qué coche le ponían el papelito y, una vez se metieran en el restaurante al que iban, rajarles las ruedas, o rayarles el coche con una llave. Y eso les terminará pasando cualquier día de estos, estos listos son carne de cañón.
En fin, yo he preferido subir a casa y escribir este post, mientras me como una juanola. A mí se me ha pasado la indignación mucho más rápido de lo que tardarán ellos en encontrar su dignidad. Si es que la tienen en alguna parte…