Kinder Tuiter

TW Reyes magosAlgunos ya lo hicimos el año pasado. Se trataba de ponerse como avatar una foto de cuando éramos niños para celebrar la llegada de los Reyes Magos. Pero mientras el año pasado sólo había visto cuatro o cinco fotos, este año medio tuiter andaba con avatares reales de cuando eran niños. Yo puse esta que ven al lado, pero no fui la única, y aquello realmente parecía una guardería. Y había de todo.

Fotos en blanco y negro, en sepia, o en esos tonos amarillentos y de colores desvaídos y apagados tan de los 70. Fotos que quieren ser un daguerrotipo sin serlo. Fotos recortadas de otras fotos, en las que se adivina el barullo, la familia, la escuela, otros niños. Fotos extrañamente ampliadas, fotos borrosas, fotos de estudio con una luz perfecta. Fotos tomadas por sorpresa, fotos cuidadas, fotos casuales, fotos típicas, fotos forzadas.

Alguna mascota, algún juguete asoma. Paisajes de fondo, salones, playas, puertas tras las que imaginas la escuela, o una calle, o una plaza. El campo de fútbol, la feria, la piscina en verano, el zoo, un puerto de mar, la orilla de un río. El medio del campo. El interior de una casa, el salón de fondo o la entrada, el sillón y el perchero. Paredes que limitan el patio del colegio, o un patio con flores, un patio de pueblo, el patio de los abuelos.

Camisetas de rayas, polos abiertos, jersecitos de pico, rebecas abotonadas. Pichis y falditas, vestiditos de tirantes, de nido de abeja. Pantalones cortos, trajes de baño, petos. Rayas horizontales y cuadros grandes de colores, blancos impolutos, o negros en los que se adivina un azul marino, o un verde botella. Rojos, rosas, azulones. Un tutú de bailarina, un traje de flamenca, una equipación de futbolista. Cuellos de puntilla, cuellos voladores de pico, cuellos redondos, cuellos de cisne. Sandalias, zapatitos de hebilla, de cinta, merceditas, calcetinillos de perlé caídos o hasta la rodilla, patucos, botitas. Falditas cortas, cadenitas como todo vestido, pendientes de perlitas. Alguna bufanda con borlas, abriguitos de cuadros y con botones y cuello aterciopelados. La camisetilla donde se lee “había una vez” y el marinerito de comunión.

Dos coletas, o una, rizos rebeldes, pelos locos, flequillos matemáticos, kikis como fontanas, pelos cortos y repeinados, melenitas lamidas o completamente desbocadas, diademas, caperuzas de ganchillo, tocados de organdí, algún verdugo y alguna bufanda con borlas, gorros de invierno con pompón, gorros de paja, gorritas de sol, gorras de marinero y hasta de capitán de barco.

Arrastra ese burrito de juguete, más alto que él, con una muñeca peliroja de trapo; monta la bicicleta, el triciclo, el pony; lleva unos auriculares enormes, y unas gafas más enormes aún, y está al lado de una cadena de música; mira a través del agujerito que le dejan sus dedos, no porque quiere ver el cielo, sino porque estaba en un banco vendiendo hojas; se rodea de lapiceros y presenta dos cubiletes, ni más ni menos; sujeta dos globos, el globo azúl y el globo rojo; acaba de peinar a la muñeca, que es suya y de nadie más; está sobre una colchoneta y terminará por caerse; acaba de recibir una bolsa de caramelos y se los va a comer todos; sentada a la mesa, un brazo la sujeta para que no se caiga ni ella ni el vaso; baila con sus bracitos en alto; rodeada de palomas, espatarrada, y cuando miras se le ven las bragas; está pasando las de Cain comiéndose ese limón; sonríe a cámara mientras sujeta un marco con las manos; duerme con la placidez con la que solo pueden dormir los niños; ¡Tiene una manguera y seguro que la sabe usar!

Está muerto de la risa. Ese aire de gitanillo. El gesto vergonzoso, con las manos en la espalda. Las manos en la espalda, escondiendo algo. La cara de yo no he sido. La mirada de determinación del chaval moreno, la mirada retadora, los labios apretados. La niña buena que esconde a la gamberra. La gamberra. El pose adusto, formal, yo tampoco he sido. La cara de ilusión. El bebetón. La carita angelical, le dijeron que posara. La mueca enseñando los cuatro dientes que tiene. Los dos dientecillos de abajo. Los dientecillos separados. Las encías sin dientecillos. Pucheros que no falten, y hasta alguna que otra pompa con saliva. El gesto enfadado. El gesto soñador. Pero, definitivamente, yo no he sido

Las miradas. Los mofletes.  El descaro. La inocencia. Y la sonrisa.

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