– Te noto enfadado.
– Enfadado es poco. Hay días que cuelgas el teléfono y decides dedicar un par de minutos a tener ensoñaciones. Te ves al mando de un pelotón de fusilamiento… ¡Apunten… Fuego!
– Demasiado rápido lo del fusilamiento. Mejor el garrote, para que sufra.
– No te creas. El garrote bien hecho es muy rápido. Lo que pasa es que si el verdugo era un torpe, lo echaba todo a perder. El garrote tiene su técnica. Y parece limpio, aunque como limpito, la horca, sin duda.
– Sí, pero la horca es muy humillante. En general, la pena de muerte para los delincuentes comunes son humillantes, el verdugo no le ve la cara al reo.
– Ya, pero son más limpias. Mira la inyección letal, la cámara de gas, la silla eléctrica… Quiero decir, que no hay sangre. Si exceptuamos el hacha, o la guillotina, que es la industrialización del hacha. Muy francés, esto de la industrialización. Y muy práctico, ahora que lo pienso…
– Y supongo que descartas las barbaridades de la Antigüedad. La crucifixión, el empalamiento, la hoguera, el descuartizamiento…
– Sí, sí, claro, qué horror. Y qué despilfarro. No, el fusilamiento me va bien. Y si acaso, una pistola, que le aporta movilidad. La pistola es como la Blackberry del fusilamiento.
– No sé yo. Le falta un punto de romanticismo.
– ¿A la Blackberry?
– No, a la pistola. Aunque te advierto que le tiras a uno la Blackberry a la cabeza y, si le das certero, te lo llevas por delante.
– ¿Tirarle la Blackberry a la cabeza? Eso no puede ser un asesinato más sórdido.
– ¿ Y qué quieres? ¿Usar la espada?
– No, no merecen la espada, es demasiado noble. Pero habría un término medio entre clavarle una espada a lo samurai y tirarle una Blackberry de mierda a la coronilla.
– ¿Y el descabello? Mira, según están en la mesa de reunión, les echas un papel y cuando agachan la cabeza para mirarlo, te levantas y zas, en todo lo alto.
– Hum… bonito sí es. Aunque hay que tener altura, y además, no sé yo si la postura no me terminaría delatando y algún pelota me pararía antes. Y por otro lado, un descabello no indica odio repentino, no podría alegar homicidio ni ofuscación transitoria. Eso por no hablar de la puntería…
– Bueno, siempre podrás recurrir al cachete.
– ¿Un cachete? Pero vamos a ver: si estoy pensando en fusilarlos, como poco se merecen un par de hostias. ¡Un cachete…!
– …El cachete… la cachetilla que dicen en mi pueblo… la puntilla…