Como una novela, de Daniel Pennac

Como una novela unmundoparacurraEste mes, en el Club de lectura hemos leído un libro de Daniel Pennac, Como una novela. Es un libro corto de páginas, pero largo de luces, que da gusto leer por muchas razones. Tiene una prosa sencilla, está bien estructurado, y contiene razón y razones, idealismo e ideas, argumentos que, de puro simples, caen por su propio peso y que están respaldados por un sentido común inapelable. Se trata de un ensayo sobre el amor por la lectura, aunque Pennac lo convierte, con lucidez, en un ensayo sobre el aprendizaje, la pedagogía y la enseñanza de la lectura, en esa fase de nuestras vidas en las que un niño, un adolescente, moldeará su ser adulto.

Tarda Pennac en llegar al hueso, que no es ni más ni menos el dogma según el cual hay que leer. El dogma de la necesidad de leer, de la obligación de leer. Y contrapone a este dogma algo más simple, que es entender la lectura como un placer, como esa “ración diaria de ficción” que necesita cualquier niño (y cualquier adulto). Así nos va mostrando todas y cada una de las cosas que hacemos para atender el dogma y por el contrario descuidar el placer, la seducción, y, en el fondo, la razón de ser original de los libros: “Queda por entender que los libros no han sido escritos para que mi hijo, mi hija, la juventud, los comente, sino para que, si el corazón se lo dice, los lean. Nuestro saber, nuestra escolaridad, nuestra carrera, nuestra vida social son una cosa. Nuestra intimidad de lector y nuestra cultura otra.” Hay que separar los trapos de las toallas.

¿Hay que leer o hay que demostrar que se ha leído? Aplicado a la enseñanza, nos muestra cómo se lee un libro de 400 páginas para después reducirlo a una ficha de cuarenta líneas. Cómo los niños se enfrentan al libro-acantilado que hay que leer por obligación. Aplicado a los padres, éstos castigan sin televisión al niño que no ha leído el libro que le han mandado en la escuela, y nos hace ver la gran contradicción: «¡La televisión elevada a la dignidad de recompensa y, como corolario, la lectura rebajada al papel de tarea!”. Y más cosas raras que hacen los padres, y que Pennac nos va mostrando entre divertido y acusador. Ay, el dogma…

Pennac nos muestra con ternura el proceso por el que el niño descubre la lectura junto con la escritura, y el asombro del niño al leer por primera vez: tres puentecitos, un redondel, una curva, tres puentecitos, un redondel, una curva, y el resultado es mamá. Hasta entonces, hasta que el niño aprende a leer, somos nosotros los que les contamos un cuento cada noche. Leer en voz alta a otro es dar de leer. Pero cuando el niño aprende, pasamos de cuenta cuentos a contables. ¿Cuantos libros has leído? ¿Cuántas páginas? Pennac entonces reivindica volver al origen, seducir a través de las historias que nos cuentan los libros, rescatar de ellos lo que tienen como potenciador de la imaginación y de la curiosidad. Rescatar la ficción, la historia que nos cuentan, rescatar la novela.

El tiempo de leer es tiempo robado, y el problema no es si tengo tiempo o no, sino si me regalo o no ese tiempo”. Leer no es un deber, sino un derecho, y escribe Pennac cuáles son los derechos del lector, y el primero es el derecho a no leer. Luego hay otros (el derecho a abandonar un libro, el derecho a hojear, el derecho a leer en cualquier sitio, el derecho a leer cualquier cosa…), pero el mejor es el último: el derecho a callarnos. En fin, un libro delicioso que trata muchas otras cosas relacionadas con este asunto y para las que la reseña se hace corta. Mejor, leed el libro que es muy, pero que muy recomendable y que, en definitiva, es lo que él haría.

Como cada mes, tenéis las reseñas de ND en La mesa cero del Blasco, La de Livia en La originalidad perdida y la de Newland en Delenda est Carthago. Y a lo largo del mes, en vuestro blog preferido de libros Club de lectura.