¿Algo marrón?

Vino a Madrid porque su hermano había sufrido un percance grave de salud cuando había llegado aquí por trabajo. Y pasaba un día y otro, sin saber si se convertirían en tres o en cuatro, resuelto a hacer una guardia permanente en un hospital alejado del centro mientras esperaba a que diera la hora de estar unos pocos minutos con el enfermo, pocos para él, muchos para el paciente a decir de los médicos.

Sólo quise acercarme a saludar, a decir hola, a calmar su aburrimiento sin curarlo del todo, porque tampoco era cosa de quedarme allí a pasar la tarde. No me preocupé mucho por la impresión que causaría, la verdad, porque siempre causo la misma impresión en general. Así es que, por casualidad, el pantalón era beige, la camisa era blanca con botones y ojales negros, la chaqueta era larga de color chocolate, el bolso y el cinturón eran de color camel, los zapatos eran negros con un poco de tacón, igual que la correa del reloj. Podría haber sido azul, porque iba al poblachón, pero era negra, porque venía del trabajo. Como pueden ver, o al menos imaginar, la combinación de colores era adecuada y las tonalidades eran discretas, en tonos perfectamente distinguibles aunque siempre se puede discutir si son distinguidos.

Tampoco es cosa de sacar el pantonario, pero prefiero concretar las cosas para no dejar ningún lugar a la duda o a los matices. En cuanto a las opiniones, me interesan muy poco. Así que técnicamente y siguiendo el código CMYK, los pantalones son un 20-20-30-0, la chaqueta es una mezcla con 50-50-70-20 y en cuanto al bolso y el cinturón, es más difícil, pero yo calculo que estarán en unos porcentajes de 30-50-90-10. En cuanto al negro no era un 100% K, sino que se quedaría al 80%, y luego con algo más de Cian que de Magenta o Amarillo. El blanco llevaba un 0% de todo, incluso a las cinco de la tarde y después de una ajetreada mañana de viernes.

Y así vestida, señores, que alguien piense que yo iba de marrón es fijarse poco en los detalles. Y que ese mismo alguien además te lo diga, es calcular poco otros detalles tan importantes como aquellos en los que no se ha fijado. Así es que no pude por menos que reaccionar de forma rotunda, con la única naturalidad que me fue posible:

– ¿Marrón???? ¡Yo nunca voy de marrón!

En fin, se lo tendré que perdonar, aunque me cueste la paciencia…