Me voy a comprar zapatillas para el verano con mi sobrino, como cada año. La tienda está en el centro de Madrid y tiene su aquel: es una tienda más pequeña que mi cocina, y hay más gente que en un purgatorio. Con decirles que tienen un turnomatic ya les digo todo, y la gente espera fuera, como si regalaran las zapatillas. Llega el momento de las abarcas:
– Quiero esas que están al lado de las burdeos, que son más claras…
– No, esas claras son en realidad rojas. Es que han perdido el color.
– Bueno, pues entonces las verde lima
– Ok, unas verde pistacho
– Mmmm… tráeme también las rojas, hazme el favor, a ver de qué rojo hablamos.
Así es que escojo las rojas, que son más bonitas que las verdes (confirmo: no eran lima, sino pistacho, un mundo entre los dos colores) y mientras espero a que me traigan unas alpargatas amarillo pollo de mi número, un chico con gafas de metal plateado que ya no cumplía los 35, con un polo Fred Perry de rayas blancas y azules horizontales y unos chinos beige, pide unas abarcas caqui y otras burdeos del 42. El dependiente le contesta que burdeos no tiene de ese número y que las de al lado no son como parecen, sino rojas.
– Huy, no, rojas no.
– Pues son bien bonitas en rojo – intervengo desde mi medio metro cuadrado -, mira qué bonitas son (abro la caja para que las vea).
– Ya, sí, pero para una mujer. Para un chico no…
– ¿Para un chico? Para un chico son preciosas, bien originales. No como las caqui, que están muy vistas ¿no?.
– Ya, pero yo no sé si me atrevo.
– Bueno, ya si no te atreves es otro problema. Pero para chico son perfectas… – pasa mi dependiente buscándome – ¡Sí, eh, yo, aquí, esas alpargatas amarillas son para mí!…
Cuando termino de pagar y me giro para salir, me topo con el chico del polo Fred Perry, que me suelta con una sonrisa:
– Al final le he hecho caso, señora. ¡Las he comprado rojas!
Yo hubiera dado dinero, ¡DINERO!, por que mi sobrino no lo hubiera oído. Pero es joven, me quiere mucho y estaba atento… He sufrido un poco para explicarle que no había más que verle el polo de rayas Fred Perry y la montura de las gafas para darse cuenta de que su único problema no era atreverse con unas zapatillas rojas, no digamos dudar del consejo de una mujer joven y atractiva… Y mi sobrino, un chico comprensivo que me quiere mucho me ha dejado más que tranquila: ya no cumpliré 35, vale, pero en todo caso, aparento menos de 60…