Ayer yo visité la cárcel de Sing Sing y en una de sus celdas solitarias un hombre se encontraba arrodillado al Redentor: Piedad, piedad de mí, mi Gran Señor. Mas cuando me miró, a mí se abalanzó y con voz temblorosa y entrecortada:
– Escucha triste hermano esta horrible confesión, aquí yo condenado a muerte estoy. Yo tuve que matar a un ser que quise amar, y aunque aún estando muerta yo la quiero, al verla con su amante a los dos los maté: ¡por culpa de ese infame moriré! Minutos nada más me quedan ya pa’ respirar, la silla lista está, la cámara también. A mi pobre viejita, que desesperada está, entréguele este recuerdo de mí.
Y entonces, José Feliciano, que una de dos, o fue quien entró en la celda solitaria o alguien se lo contó de muy primera mano, fabricó esta canción para llevarle un recuerdo a la madre del condenado.
Y a mí me da muchísima penina, la pobre viejita, pero reconozcan que lo que es verdaderamente retop es eso de ¡Por culpa de ese infame moriré!