El crédito y la credibilidad

Resulta que la deuda en España se ha situado en el 88,2% sobre el PIB. Cuando llegó el amigo Mariano, la deuda estaba en el 69,3%, así es que ha crecido 18 puntos, que no es lo mismo que crecer un 18%, porque ha crecido un 25%. Así es que la llegada de este hombre se puede considerar una bendición: nos han dado crédito a espuertas. ¿Será por dinero?

Digo lo de bendición porque el señor Soria, ese ministro tan eólico y tan relamido, ha dicho que el crédito es sagrado, y algo de sagrado debe tener el crédito, sí, porque se ha convertido en un bien que se escamotea a los terrícolas normales, corrientes y propensos a pecar, si no de molicie por no trabajar entonces de evasores por no contribuir. El crédito está considerado como una especie de néctar al que sólo tienen acceso los dioses, o sea, los gobernantes, unos tipos que tienen la potestad de cambiar las leyes para poder cumplirlas.

Quién nos iba a decir a los españolitos, escandalizados por la perseverancia en el error de Zapatero, que llegaría el señor Rajoy, conocido por el error en la perseverancia, a meterse con los banqueros después de haberse chupado todo el crédito que había en los disponibles de los bancos y en las cajas de las Cajas. Ay, esta derecha, tan propensa a los disfraces, ahora le ha dado por echarle la culpa a los banqueros, considerados canallas cuando no se apuntan a dar créditos si pueden cobrarse la deuda en pólvora del rey, que en eso consisten los pagarés de tuyamía en los que se han convertido las cuentas del Gran Capitán Montoro, que a falta de heroicidad de mohicano le van a convertir en el último perroflauta.

Este gobierno tan chiripitifláutico y que tanto se preocupa por el emprendimiento, lo que debería hacer es poner una Academia para que aprendan todos los nuevos empresarios a hacer magia con las cuentas. Porque nadie mejor que las administraciones españolas para saber cómo arreglárselas para que te den crédito sin solvencia y sin liquidez y que te perdonen las deudas sin recargo y sin interés. Lo que yo digo: el sagrado néctar de los dioses. A su lado, cualquier empresario que ponga como aval su casa y tenga capacidad de aguantar el año largo que suele mediar entre los sucesivos planes de proveedores (ya saben, esos créditos que pide el gobierno para pagar facturas de bienes y servicios que las Administraciones públicas no pagan  – sin que ningún gestor público vaya a la cárcel por comprometer gasto sin tener presupuesto), es un mindundi, un emprendedor inútil y, sobre todo, un perfecto gilipollas.

Y ahora, vuelvan a por otra.