Se llevaron a Curra a una nueva peluquería hace 15 días, y le dejaron un pelazo espectacular. Y lo mejor es que le sigue durando: está esponjosa y muy brillante. Y algo de envidia sí me da, para qué vamos a negarlo.
Hace tiempo la llevábamos a la peluquería de su veterinario. Veinte euros costaba, hasta que mis sobrinas me dijeron que por ese precio, lavaban ellas a Curra. Al ser dos sobrinas, gemelas para más señas, el lavado me salía por 40 euros. La inflación del cariño, supongo, y cierto amor por la igualación social y el premio al trabajo compartido entre hermanos, supongo también. O sea, socialismo puro. Al perro me lo lavaban con champú de Kerastase y gel de lavanda, toda vez que prohibí terminantemente que usaran la espuma Rituals, por parecerme liviana para el pelazo de mi perra y poco sostenible para mi bolsillo. El resultado era una familia feliz, pero un lavado de perro higiénico aunque poco estético y deficitario económicamente. Y ahora que mis sobrinas andan atareadas con sus estudios, aproveché mi inclinación liberal por el fomento del trabajo duro y la preparación educativa de la juventud, para probar una nueva peluquería para Curra. En esta nueva peluquería me cobraron 21 euros y, después de 15 días, su pelo sigue esponjoso y brillante, y con unos proto rizos muy atractivos. Es verdad que Currita tiene muy buen pelo, producto del cuidado y amor de su ama, pero también de un veteado sutil en tonos marrones. Pero es que no hay color, y nunca mejor dicho…
Mi hermana me dice que es cosa del champú y de las herramientas para el aclarado. Sí, es cosa de la industrialización que penaliza el acabado artesanal, no hay duda. Pero si es una cuestión de herramientas ¿por qué no comprar el champú y aumentar de este modo la competitividad familiar? Habrá que probarlo, y yo les seguiré informando sobre el impacto marginal de las materias primas en la calidad del producto y en la satisfacción de los clientes (Curra y yo).
Lo que es seguro es que la compra del champú aumentará un riesgo todavía por valorar: el que yo salga a la calle como Bob Dylan cuando era joven (Bob Dylan). Porque va a ser muy difícil resistirme a la tentación de probar ese champú milagroso que da ese volumen y ese brillo. Y que, irremediablemente, hará que salga de la ducha diciendo «¡Guau!»: eso lo doy por descontado.