Nuria Marugán tiene un blog reflexivo, pensado, emotivo, de esos que yo llamo de sentimientos, que no es lo mismo que sentimentales. No sé cómo llegué a ella, supongo que desde algún blog amigo de WordPress, y me recordó a Mónica Fernández Aceytuno: aunque cambia la naturaleza por las emociones, aplica una sensibilidad similar para captar la luz y la vida. Casi siempre se descuelga con unos post que no merecen estar encerrados en una pantalla brillante, sino escritos sobre un sereno papel estucado, esos papeles gruesos que ganan cuando se airean, cuando se pasa la página y se hace volver para ser releída.
Nuria me invitó en Noviembre a la presentación de su primer libro en Madrid, en la Universidad de San Pablo CEU. En aquel momento, el libro sólo lo distribuía una librería en Madrid. Mi idea era ir a la presentación con el libro en la mano, pero después de una aventura un poco kafkiana para conseguir el libro, al final me presenté allí, sin libro y pensando que llegaba tarde. Las dos cosas tuvieron arreglo, porque el editor tenía ejemplares para vender y el acto se retrasó lo suficiente para poder escuchar una presentación deliciosa y con momentos muy divertidos. La autora estuvo como esperaba: abrumada, soñadora, nerviosa, pero sobre todo, emocionada y emocionante. Y de allí me fui, intrigada por leer aquel libro, el cuarto que tengo dedicado en casa, aunque el primero que dedican a Curra, en un lapsus realmente maravilloso de la autora.
Se leen pocos libros así, porque no nos apetece leerlos, o porque no disponemos del tiempo y de la calma y el silencio necesario. Libros en los que la escritura se detiene en crear música, imágenes bonitas y llenas de sencillez, o como le gustará decir a la autora, llenas de belleza. La carta a Hedda (sobrina de la autora) nos enfrenta a un mundo feo, pero real. Un mundo gritón, envidioso, un mundo en donde lo humano se plastifica y se vuelve insensible y superficial, estúpido e incomprensible. Y Nuria no se entretiene en regañar al mundo, sino que prefiere combatirlo explicándole a un recien nacido lo que va a encontrar, con calma, con sabiduría, con dulzura, y con serenidad. Y con afecto. Y ese afecto se llena de consejos valientes para afrontar un mundo feo con valentía, con inteligencia y con cariño hacia el otro, preservándolo del ruido y de la banalidad. El libro contiene también cinco cuentos cortos que esconden, como todos los cuentos, una enseñanza, y que, aunque tristes, se leen con una sonrisa, como todos los cuentos.
En fin, un libro corto, para leer despacito y reflexionar, que leí en Noviembre y del que hice una reseña privada por mail a la autora. Ahora me da noticias de la buena marcha de su libro y yo me alegro, porque ha elegido un camino largo y difícil, pero seguro que es un camino sólido. Aquí está mi reseña, y mis mejores deseos para el futuro del libro y de la pequeña Hedda.
PS: El libro lo podéis conseguir aquí (CLICK)