Este libro de Carlos Fuentes es el que hemos leído este mes en el Club de Lectura. Yo también lo he leído, aunque menos, porque no lo he terminado. En la mitad del libro ya me cansé de pinches pendejadas, para qué les voy a dar atole con el dedo, queridos cuates. Y es que este libro es como que te caiga el chahuiztle. El caso es que se me ha atarantado y he terminado de él hasta el chongo.
Los años de Laura Díaz son muchísimos años porque la protagonista nace en 1898 y muere en el 2000. Y Carlos Fuentes aprovecha esta longevidad para escribir un libro eterno sobre la historia del siglo XX en México, con algunas incursiones en otros países. Tal vez para un mejicano el libro sea magnífico. Incluso puede que sea magnífico para un islandés, pero a mí me ha parecido un petardo así es que mi desapego no creo que sea atribuible a mi nacionalidad.
Y el caso es que el libro no empieza mal, cuando cuenta la historia de la abuela de Laura Diaz, que va de Veracruz a Ciudad de México a comprar el ajuar de boda y unos bandidos le cortan el paso al coche y luego los dedos a la abuela porque quieren robarle los anillos. Pero lo que se presenta como una saga familiar termina siendo una excusa para transitar por el siglo y presentarnos un decorado que a mí me importa un pimiento, mientras a la protagonista le ocurren cosas que pasan inadvertidas. Y entre bostezo y bostezo, por ahí circulan medio millón de nombres que ya no sabes si son de verdad o de ficción, un montón de cosas que no tienen que ver con la narración ni la explican, en un decorado barroco y con más gente que en un purgatorio.
Empecé muy torera, encantada con la maravillosa prosa de este hombre, pero a partir de la página como 100 ya jugueteaba con el libro e intentaba engancharme a él apuntando las expresiones divertidas que me iba encontrando. Aunque llegó un momento que ya ni eso. Livia me propuso que leyera dos capítulos concretos para ver si me reconciliaba con el libro, pero nada. Y aquí me presento ante vds: con el libro sin terminar y un post que no me apetece escribir.
Y para que no se vayan de balde, les dejo algunas frases que me han gustado. Porque perlas hay, no olviden que el libro es aburrido como una ostra…
La política es el arte de tragar sapos sin hacer gestos»
«La discreción es la verdad que no hace daño…»
«Yo no te insulto, mequetrefe, yo sólo te doy de nalgadas. El insulto me lo guardo para la gente importante, baboso»
«Un pueblo sin memoria es como una sirena bien intencionada. No sabe cuándo porque no tiene cómo.»
«Bastantes quebraderos de cabeza tengo con lo que ya sé como para aumentarlo con lo que ignoro.»
«En México, hasta los teléfonos son barrocos»
La certeza de que un hombre vestido con uniforme negro, una corbata blanca y una pechera de piqué siempre se vería elegante, nunca expondría nada, en tanto que cada mujer estaba obligada a exhibir peligrosamente su personal, excéntrica, conformista, aunque siempre arbitraria, idea de la elegancia»
Y termino con una que me hizo reir. Habla de una tía mulata de Laura Díaz, que es adoptada por la abuela:
«… aunque las malas lenguas dijeran que el Guapo de Papantla era el verdadero padre, con la dificultad de que el bandido era criollo, doña Cosima alemana y María de la O, en ese caso, sólo explicable como saltapatrás o tenteneraire.»
Como cada mes, encontraréis otras reseñas en La mesa cero del Blasco, Lo que pasa en mi cabeza y La originalidad perdida, como siempre. También este mes en el blog de Miriam y con un poco de suerte, en el blog de Consu´s y en el de Newland. Y por supuesto, más comentarios interesantes sobre el libro a lo largo del mes en el otro blog en el que escribo, el del Club de lectura, ese blog que seguro que estáis a punto de meter en vuestro reader.
El próximo es para el día 1. Cambiamos la fecha para que coincidan los libros con los meses y que os sea más fácil seguirlos.
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