Aquella noche, en la cama, esta extraña palabra me daba vueltas a la cabeza: claustrofobia. La repetí varias veces para que no se me olvidara. « Claustrofobia… claustrofobia… El señor Sommer tiene claustrofobia… Esto quiere decir que no puede quedarse quieto en su habitación… Y, como no puede quedarse quieto en su habitación, tiene que andar siempre de un lado para otro… Porque tiene claustrofobia y ha de estar siempre al aire libre… Si «claustrofobia» es «no poderse quedar en la habitación» y si «no poderse quedar en la habitación» es «tener que estar siempre al aire libre», entonces «tener que estar siempre al aire libre» es claustrofobia… por lo tanto, en lugar de utilizar una palabra tan difícil como claustrofobia, se podría decir, simplemente, que tiene que estar siempre al aire libre… Y cuando mi madre dice: «El señor Sommer ha de estar siempre al aire libre porque tiene claustrofobia», debería decir: «el señor Sommer ha de estar siempre al aire libre porque ha de estar siempre al aire libre…»»