Lo siento, mi amor pero hoy te lo voy a decir aunque pueda faltarme el valor al hablarte a la cara. Lo siento, mi amor, pero ya me cansé de fingir y pretendo acabar de una vez para siempre esta farsa. Lo siento, mi amor, lo siento, mi amor, lo siento, mi amor.
Hace tiempo que no siento nada al hacerlo contigo, que mi cuerpo no tiembla de ganas al verte encendido. Y tu cara y tu pecho y tus manos parecen escarchas, y tus besos, que ayer me excitaban, no me dicen nada.
Bien. Llegados a este punto, creo que conviene parar a decir algo. Este último párrafo, más que una ordinariez, que también, es que es algo muy impropio de una señora. Yo no creo que haya necesidad de decir estas cosas a nadie, que la gente tiene su corazoncito. Si no te mola, pues haces la maleta, agarras la puerta y te vas, pero no le digas esas cosas, mujer. Y si ya me parece una bajeza y un detalle muy feo que le sueltes esto al pobre hombre, ya lo último es que encima te pongas a cantarlo por el patio. Y luego ese lenguaje: ¡Verte encendido! Por favor, ¿Qué le decimos a los niños que están en el salón? ¿Que tu marido es un gusiluz?
Y es que existe otro amor que lo tengo callado, callado; escondido y vibrando en mi alma, queriendo gritarlo. Ya no puedo ocultarlo, no puedo callarlo, no puedo y prefiero decirlo y gritarlo a seguirte fingiendo.
¡Amiga, así es que era eso!… ¿O sea, que le pones los cuernos y luego le echas la culpa? Pero, a ver, querida, si estás pensando en el vecino del cuarto ¿cómo no te va a parecer que acostarte con tu marido es como acostarse con una farola? Entonces, primero que la culpa no es suya, y segundo, que no me parece ni medio bien que le pongas pimpando y le dejes de cara al público como si te abrazaras al palo de una escoba, cuando a lo mejor el caballero tiene intacta su capacidad de hacer el salto del tigre un par de veces cada madrugada. O sin llegar a eso, que hace sus esfuerzos por cumplir honrosamente, oye, que el que da lo que tiene no está obligado a más. Pero tú, nada, le sueltas esa coz y encima, ¡hala, a gritarlo por el patio!
Qué cosas hay que oír de vez en cuando.