Mi querida Curra (esa perra negra tan guapetona que ven arriba) no ha sido educada a tortas, ni mucho menos. Hombre, algún azotillo sí que se ha llevado, incluso algún que otro zapatillazo, pero siempre de buen rollo y por razones muy justificadas, desde luego. Educar a un perro no es algo evidente, no crean. Hay que tener paciencia, constancia y las ideas muy claras sobre quién es el perro y quién el amo. Y Curra además de la educación familiar, ha ido al cole para no tirar de la correa por la calle y sentarse mientras esperamos el semáforo. Pero esto se hace cuando son muy jovencitos y no te puedes permitir esperar a que les entren ciertas cosas en la cabeza.
En casa, a Curra la hemos educado a base de premios. O sea, hacía algo bien, y le dábamos un chuche. Seis años después, seguimos dándole chuches aunque ya está educada, o sea que le damos un chuche por hacer lo que ya sabe… Por ejemplo, da la pata o se sienta sin chuche (lo tengo comprobado), pero aquí todo el que llega le da un uno. Ya no estoy segura si lo que quieren realmente es que Curra les dé la mano o simplemente lo que buscan es un motivo para darle un chuche a la perra. Claro, que así me explico las fiestas que hace a todo el mundo cuando vienen a casa – algún día lo voy a grabar para que lo vean. Y luego están los otros premios que recibe por costumbre, y que tienen que ver con ceremonias que nos hemos inventado ella y yo. Una de las ceremonias es que, los fines de semana, tengo que darle una galleta después de desayunar. Y es muy curioso, porque entre semana no viene a desayunar conmigo. Otra de sus ceremonias es que, cuando acabamos de cenar, hay que darle su pancito. Cuando quito la mesa, se sienta en la cocina, me da la mano, yo le doy un besito y su trozo de pan, y entonces sale corriendo con el pan al salón para comérselo. Yo tengo que ir detrás de ella diciendo «huy que te lo quito, que te lo quito»….
Sí, señores: a veces un blog también sirve para reflexionar sobre las idioteces que hacemos en la vida, después de sincerarse…
En fin, eso que ven arriba son sus chuches «oficiales»: No son las clásicas galletitas de perro, porque son carísimas y, la verdad, no hay por qué: ella las va a devorar igual y yo prefiero no arruinarme. Así es que los premios de Curra son galletas de pececitos del Supersol, que por menos de un euro te dan 350 gramos. ¡Y que además están buenísimos!