Un matrimonio feliz

Un matrimonio feliz unmundoparacurraHoy toca post del Club de lectura. En este club leemos libros que raramente hubiéramos seleccionado. Yo ya tengo por ahí escrito que soy muy de dejar libros en la página 50, ó en la 100 ó cuando sea, a veces enfadada con ellos y otras veces con pena, porque dejan de ser competitivos ante el empuje de otro libro. Esto es lo que yo creo que habría hecho yo este mes de no haber mediado el club. No me gustaría que entendíerais esto como una crítica negativa: es sólo una constatación.

Me dejé el libro pendiente hasta el último momento aunque con tiempo de sobra pero, una vez empezado, he permitido que se me fueran colando libros y al final he tenido que correr. Ponía paréntesis, lo retomaba, lo dejaba, lo volvía a coger. Eso significa lo que estáis pensando: que no quería seguir. Pero no porque me pareciera infumable. No porque me aburriera. No porque me resultara odioso. Porque en cualquiera de estos casos, me habría planificado el tiempo para “quitármelo de encima”. No. Es que no quería seguir escuchando una historia que yo no quería leer.

Un matrimonio feliz es la historia de una pareja que se conoce y se enamora; que se casa y tiene hijos; que comparte, como tantos matrimonios, una vida de pareja con altos y bajos, con momentos buenos y malos, con alegrías y tristezas. Un matrimonio normal, que es casi tanto como feliz. Pero para saberlo, para comprender que ha sido un matrimonio feliz y que el autor nos lo pueda contar, ella tiene que penar con un cáncer devastador que es una condena a muerte. Todos moriremos, pero ella sabe cuándo con certeza, su muerte está programada, puede hacer una cuenta atrás. A la pena del duelo se le añade el dramatismo de la despedida de sus seres queridos, el luto planificado con tanta serenidad como emoción contenida. La fatalidad no existe, sólo una obligada e involuntaria resignación.

Este libro es muy triste. Muy emotivo. Es la clásica historia que, según empiezas a leer, dices “jolín, qué mala suerte de historia” (realmente dices “vaya putada de historia” pero no me gusta poner palabrotas en el blog). Me recuerda a la película de El paciente inglés: si me vas a contar una historia tan triste, déjame que lo vaya averiguando. No me pidas que tenga que doblarme el corazón desde el minuto primero, no dejes que tenga que transitar con historias y anécdotas felices, divertidas, maravillosas, o todo lo contrario, conociendo de antemano el final del cuento. Porque, aunque yo no lo sepa, los protagonistas sí lo saben. Porque ante dramas de este calibre, los detalles no importan: el desencadenante principal tiene tal envergadura que oscurece lo demás.

Es muy difícil verme llorar a mí con un libro. Muy, muy difícil. Esto significa que el autor sabe narrar, sabe hacer sentir al lector la pena, la desolación, la impotencia. La truculencia de los detalles de la enfermedad nos entregan personajes llenos de valentía y de entereza, dotados de una inteligencia capaz de sobreponerse a la miseria de un cuerpo que se desintegra en vida y en plenitud de la consciencia. Más allá de la tristeza, el libro contiene muchas enseñanzas que yo, personalmente, preferiría haberme ahorrado. Porque veo familiares, conocidos, porque yo tengo también mi vida y mis recuerdos, y no sé si quiero revivir según qué cosas. Y porque la felicidad de la vida también consiste en administrar incertidumbres, porque la falta de certezas, y no el miedo, permite alimentar la esperanza.

Así es que, si os cruzáis este libro, empezad a leerlo. Sobre gustos…

Tenéis otras reseñas, como siempre, aquí, aquí y aquí. Y a lo largo del mes, aquí también.