«Nuestro derecho penal se basa en el criterio de que no hay pena sin culpa. Imponemos una pena según la culpabilidad de una persona; nos preguntamos hasta qué punto podemos hacerla responsable de sus actos. Es un asunto complejo. En la Edad Media era más sencillo, se castigaba según el delito: a un ladrón se le cortaba la mano. Siempre y sin excepción. No importaba que hubiera robado por codicia o porque de lo contrario se habría muerto de hambre. La condena era entonces una suerte de aritmética, a cada delito le correspondía una pena determinada. Nuestro derecho penal es más sabio, hace más justicia a la vida, pero también es más complicado. El atraco a un banco no es siempre sólo un atraco a un banco…«
Ferdinand Von Schirach, un afamado abogado criminalista de Berlín, dice esto al final de su libro «Crímenes», en el que nos va contando, con el estilo del entomólogo (o sea, sin demasiada pasión pero de forma precisa), algunos casos de los que se ha ocupado en su carrera profesional y en los que nos muestra la historia que se esconde más allá del delito. Busca la culpa y la encuentra, aunque no siempre en sus defendidos y tampoco necesariamente en sus víctimas. Sin ñoñerías, con sobriedad, sin esconder a sus clientes tras un empedrado que suele ser muy socorrido, nos va relatando casos muy interesantes en los que siempre hay razones para el crimen y explicaciones que nuestra sociedad a veces tiene en cuenta para perdonar y a veces castiga de forma implacable, pero que tiende a compadecer.
Una reflexión sobre el delito, la pena, la culpa, la prevención, la locura, la defensa, la agresión, el odio, el amor, la fatalidad, la casualidad. Un buen libro que me recomendó mi librera favorita el último día que fui a su librería. Léanlo.