El amigo invisible

Curra pelota beisbolEn la empresa donde trabajo ya no hay la megacena de Navidad. Desde hace algunos años. Básicamente, desde que llegó la crisis. O tal vez desde que somos demasiados. O quizá desde que un año se les olvidó organizarla y nadie la reclamó. O… qué sé yo. Yo me expatrié y cuando volví ya la habían quitado. El caso es que ahora, cada cual se organiza la suya si buenamente les apetece a todos.

Mi buen amigo Stephane (libros cortos) nos dejó hace un par de años y montó un restaurante en Madrid. Y mi querida E., que es muy sentida, me envió hace un par de semanas un recordatorio del restaurante, o quizá una insinuación de algo, o no sé. Juzguen vds:

Hola, Carmen.

Te recuerdo que Stephane tiene un restaurante abierto en la Calle Ibiza, que está muy bien de cena, y de comida, y de precio.  Yo creo que estaría encantado de hacernos un menú especial si decidiéramos hacer una cena o comida de Navidad.

Yo, la verdad, estuve un día y medio pensando si se refería a ella y a mí solas o había que incluir a más gente en esos pensamientos que quería provocar con mi recuerdo (con los franceses nunca se sabe), y si el «nos» de «hacer» y el «nos» de «decidir» serían el mismo «nos» o eran dos «nos» distintos . Finalmente, opté por preguntarle si quería insinuar algo con ese correo, a lo que me contestó, abriendo mucho los ojos y con cara de asombro: «¿Yo? No, no». Con ello, E. me permite ejercer de jefa que toma iniciativas, decide cosas, y da instrucciones, y esto es algo que yo le agradezco mucho en el fondo de mi corazón, especialmente los días que estoy de bajón y me noto poco escuchada, nada pensada y en absoluto oída. Y aunque ese día era un día cualquiera, en los que mi autoestima me da para ir tirando y llegar a la hora del blog con el humor no demasiado dañado, me dio un subidón de iniciativa y entusiasmo y me abandoné a mi instinto natural de decidir cositas para que se notara que soy un ser vivo con sentimientos, creatividad y espíritu de equipo. Así es que, sin encomendarme a nadie (quiero decir, ejerciendo ese liderazgo natural que me adorna, y nunca mejor dicho), le dije:

Y además vamos a hacer un amigo invisible. Máximo 6 euros y el regalo deberá tener algo que ver con nuestras emociones laborales.

O sea, que se puede regalar cualquier cosa. Por ejemplo, un pañuelo, que sirve para llorar, o para venir a trabajar incluso en caso de resfriado (el cliente, sea interno o externo, es lo primero). O una maquinilla de afeitar para evitar suicidios, porque en el tiempo que te toma extraer las cuchillas ya se te pasan las ganas. En fin, cualquier cosa se puede regalar, basta con echarle imaginación. Lo peor es que se ha instalado entre nosotros la sospecha. Ya no nos miramos igual. Ahora somos regaladores potenciales, y eso te quita libertad para hablar con franqueza. A mí ni se me ocurre decir, por ejemplo, «huy, tengo que acercarme a comprar otro set de 2 cuadernitos Moleskine, que se me está acabando el último, amarillo, y hay unos verdes muy monos por 5,50 €…«, porque cualquiera podría creer que estoy insinuando algo…

Bueno, les dejo, que tengo que comprobar quién no me lee todavía entre mis compañeros de trabajo.

18 comentarios en “El amigo invisible

  1. Él amigo invisible, guauu, un buen o mal rato depende a quien te toque regalar, puede ser un verdadero quebradero de cabeza para decidir qué comprar, A la postre, sonrisas y un pensamiento de ‘bueno,era más fácil y agradable de lo que pensé’ En mi trabajo hemos decidido un sorteo navideño, casillas con números del 1 al 99 y cada número vale 2e, con la recaudación total la compra de regalos,.y, el día a sortear, fiesta!

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  2. Mientras una recuerda un restaurante por recordar, la otra habla de emociones laborales. Pero qué espesa estoy a estas horas porque el lenguaje subliminal se me ha quedado a las puertas de mi cerebro…

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  3. Je je, como soy pelín antisocial y en el mundo laboral más todavía, siempre se me han puesto los pelos de punta con las comidas de empresa y los amigos invisibles, de ser yo la promotora ya ni hablar, antes muerta que meterme en un cacao semejante.
    Con el amigo invisible es cierto que ocurre lo que relatas ja ja, se masca en el ambiente como todos están pendientes de todos a ver si salen ideas para el regalo.
    Otro tema es quién te ha tocado, como sea el pedorro o la pedorra de turno, sin problemas, un llavero de los chinos y vas que te matas.
    Besos

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  4. Lo de los amigos invisibles, incluso en familia, es muy práctico, sí, pero es una moda, ya costumbre, que aborrezco. Da idea de la vanalización y la ‘obligatoriedad’ del regalo. Y a mí lo de regalar porque sí y a quien me toque, me toca mucho las narices. Un regalo es otra cosa. Si ya hablamos de las cenas y comidas laborales, la cosa torna en sainete. Por lo menos.

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    • Tienes razón y estoy de acuerdo. Los regalos bonitos son los que se hacen cuando no toca, porque sí. Cuando vas andando por la calle, ves algo, recuerdas a alguien y se lo compras de regalo. Eso es encantador. Pero esto es un juego, simplemente. Por lo demás, en mi casa no lo hacemos, pero en donde la familia es muy numerosa, conviene poner algún límite, porque es una locura lo de las Navidades.

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