Ir a Tokio en dos horas y media

Leo esta mañana en el Expansión que las compañías aéreas están trabajando ya en los aviones del futuro, noticia que desde luego me alegra aunque preferiría saber que se ocupan sobre todo de los aviones del presente. Pero en fin, estas cosillas te hacen soñar y para hacerlo correctamente conviene dejar de lado las precauciones, desconfianzas y melindres.

Así es que el avión del futuro, allá por 2050, será hipersónico, esto es, con una velocidad que quintuplica la del sonido. O sea, que para ir de Madrid a Alicante no vale la pena, pero te haces un Madrid-Tokio en dos horas y media. Te vas, te comes un shushi, y te vuelves con tiempo de sobra para ir a alguna manifestación, que para entonces se seguirán convocando seguramente, porque no habremos salido de la crisis (noten que pongo la coma después de ‘seguramente’ y no antes para que sólo me puedan criticar los economistas). Cabrían entre 60 y 100 pasajeros (serán 150, ya verán como lo optimizan) y el billete costaría unos 6.000 euros, que está muy bien si llevas prisa. Y además nos dicen que no contaminaría, porque llevaría un combustible compuesto con algas. Esto último, si les digo la verdad, no termino yo de creérmelo. Aparte de que lo veo con poco glamour, es que no veo en qué puede contaminar menos quemar algas que echarle a ese motor, no sé, un par de troncos de pino.

También nos dicen en el artículo que van a arreglar por fin lo de la climatización, porque vienen detectando que los pasajeros no acabamos de ponernos de acuerdo con la temperatura. Su solución es una climatización individual, para que el vecino ya sólo me moleste con su conversación absurda por el móvil o me meta el codo entre las costillas cuando abra la tablet, porque, por supuesto, de espaciar un poquito los asientos ni hablamos. Aunque los ahorros de personal en el aeropuerto sean tan espectaculares que no veremos ni un alma desde que dejemos el taxi en la terminal hasta que lleguemos a la cabina, no importa: ni estirar las piernas, ni aceitunita para acompañar la Cocacola.

Pero lo que más me inquieta del artículo es el final, en el que se habla de un despegue en catapulta. Copio: «funcionaría a través de unos motores electro-magnéticos integrados en un circuito inductivo dentro de la nave». Bien, no entiendo nada, pero o le cambian el nombre o yo ahí no me monto. Si ya es poco glamour ir en un avión que apesta a algas requemadas, ya el colmo es que te lancen como si fueras una bola de petanca. Hasta ahí podríamos llegar.

En todo caso, señores, no me creo casi nada. Si juntan este post con otro que escribí hace un año sobre el avión en el que Airbus trabajaba para 2050 (un avión transparente), comprenderán mi escepticismo. Total, dentro de cuarenta años nadie pedirá cuentas de lo que hoy se escribe y, en todo caso, yo digo, como entonces, que seguramente me lo perderé, porque en el 2050 no creo que tenga yo una dentadura para muchas catapultas…

Les dejo un par de enlaces por si tienen el tiempo y el gusto:
CLICK para el artículo.
CLICK para mi post de Junio 2011.