Curra en el aperitivo

Hoy hacía una preciosa mañana de sol y frío madrileño, así que me he llevado a Curra al aperitivo, como hago siempre que voy a una de las terracitas cerca de mi casa. Curra es una perra muy pacífica y la puedes llevar a todas partes. Sin embargo, en España no dejan meter a los perros en la mayor parte de los sitios, ya puedes decir que está educada y que no hará nada. Cuánta gente no podría decir eso de ellos mismos. Pero bueno, entiendo que hay personas a las que les dan miedo los perros, o asco, o simplemente que no les da la gana compartir su espacio con un animal. En fin, a Curra le gusta mucho esto de venirse conmigo de aperitivo aunque hoy, tumbada a mi lado, se ha llevado un buen pisotón en el rabo. Un señor trataba de colocar su silla y no la ha visto, y luego ha estado a punto de caerse, él y la silla, no sé si por el susto de pisar en blandito o por el aullido de Curra. Pobre hombre.

– Mira que te tengo dicho que no dejes el rabo al descubierto cuando hay gente a tu alrededor

– Bueno, pues suéltame y ya me voy colocando yo «a modo».

– No, querida, esto no tiene nada que ver con dejarte suelta. Esto tiene que ver con que se han terminado las patatas y tú te adormilas ahí como si fueras un mastín del Pirineo viendo pacer al ganado.

– De eso nada. Me adormilo porque me aburre vuestra conversación.

– ¡Oh! así que la señorita pretende que discutamos sobre olores de culos… Anda, túmbate otra vez y mete el rabo entre las patas. ¡Y no digas «a modo», no seas cursi!

– ¿Pues qué digo?

– Curra, se supone que tú no tienes que decir nada: los perros no hablan…

Luego, cuando ya nos íbamos, la camarera ha venido a recoger la mesa y ha empezado a echarle piropos. Llevaba un par de patatas fritas que habían sobrado de otras mesas y me ha pedido darle una a Curra. Le he dicho que sí. ¿Me morderá los dedos?, me ha preguntado.

– No, descuide. Pero no espere que le dé las gracias. No habla con desconocidos…